Capítulo 628
Niña en sus ojos Reina en su tierra (Jazmín) novela completa
CapÃtulo 628
Pero ahora, Loreto ya habÃa entendido en su corazón que JazmÃn probablemente no era del mismo cÃrculo que ellos.
Loreto, apretando los labios, no pudo resistirse y le preguntó: âJazmÃn, ¿ya viste las preguntas? ¿Cuánto crees que vas a sacar en el examen de fÃsica?â
Max y Aragón, que estaban en las primeras filas, al oÃr esto, también giraron la cabeza, igual de curiosos.
Si JazmÃn volviera a sacar la máxima nota en fÃsica y quÃmica, vaya, el ranking de tercer año en el colegio podrÃa cambiar.
Octavio, que habÃa sido el número uno de la clase durante años, podrÃa perder su lugar.
JazmÃn bajó la vista hacia su examen y, al levantarla para encontrarse con la mirada de todos, estaba a punto de hablar cuando de repente su celular en el bolsillo comenzó a vibrar.
Sacó el teléfono, le echó un vistazo a la pantalla, y su ceño se frunció ligeramente antes de contestar la llamada.
Con voz baja, dijo: âHola.â
Después de unos segundos, Loreto y los demás vieron cómo su expresión cambiaba drásticamente y con voz grave, le dijo: âEstá bien, voy para allá ahora mismo.â
Colgó el teléfono, sacó la mochila de su cajón, se levantó, y ante la mirada sorprendida del profesor de fÃsica, apuradamente dejó dicho que tenÃa un asunto urgente y pidió permiso para ausentarse, antes de salir rápidamente del salón.
â¿Qué le habrá pasado a Jaz para que se apure tanto?â Max observó cómo ella se alejaba apresuradamente, preocupado.
Loreto frunció el ceño, igualmente inquieto
Por lo que recordaba, JazmÃn siempre habÃa sido alguien tranquila, enfrentando todo sin prisa pero sin pausa, como si incluso si el cielo se cayera al siguiente instante, no se alborotarÃa.
Era la primera vez que veÃa a JazmÃn tan apurada.
Mirando cómo JazmÃn desaparecÃa rápidamente en el pasillo, Loreto dudó un momento antes de sacar su celular y enviarle un mensaje.
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Capitule 628
En el hospital.
El taxi se detuvo en la entrada principal del Hospital de la Ciudad de Paxsi.
JazmÃn se bajó del vehÃculo, y luego caminar rápidamente hacia el interior del hospital.
Por otro lado.
En la oficina del jefe del departamento de oncologÃa.
El médico, de unos cincuenta años, vestido con una bata blanca y con gafas, que le daban un aire de autoridad, sostenÃa un papel algo arrugado y lo leÃa con la cabeza baja.
Después de mirarlo por aproximadamente un minuto, puso el papel sobre el escritorio y levantó la cabeza.
âDoctor, ¿qué tal? ¿Puedo tomar las medicinas de esta receta?â Magda, al ver que el médico habÃa terminado de revisar la receta, le preguntó impaciente.
A su lado, estaba Santiago, que la habÃa acompañado.
â¿Quién les dio esta receta?â El médico no respondió a su pregunta de inmediato, sino que les hizo otra pregunta.
Magda se quedó perpleja por un momento, aunque ansiosa, le respondió pacientemente: âFue un médico⦠un curandero.â
â¿Un curandero?â
âSÃ.â Magda no estaba segura de qué querÃa saber exactamente el médico, pero notó que su expresión no era muy buena. Dudó un momento antes de preguntarle de nuevo, âDoctor, ¿hay algún problema con esta receta?â
El médico no le respondió su pregunta pero tomó la receta nuevamente, frunciendo el ceño: â¿Qué te dijo la persona que te dio esta receta? ¿Te explicó qué efecto tendrÃan las medicinas?â
âSÃ, Magda asintió, âme dijo que todas eran medicinas fortificantes, que me ayudarÃan a aumentar mi resistencia fÃsica!â
â¿Fortificantes?â El médico soltó una risa frÃa de repente y golpeó la receta contra la mesa, âSegún lo que me cuentas, ese curandero definitivamente tiene algo
contra ti.â
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