Chapter Capítulo 1
La mamá de mi hijo será mi mujer
â¿Es la mujer que puede dar a luz a mi hijo?
âSÃ, señor Nicholas. Es la única en toda la ciudad de Brentwood cuyos genes son compatibles con los suyos.
En la oscuridad, Tessa Reinhart estaba delirando, acostada en la cama matrimonial. Se agarraba y rasguñaba su fina ropa. Se sentÃa arder mientras gemÃa:
âQué calor hace... No lo soporto...
La puerta se cerró con un fuerte golpe y una figura imponente se acercó a la cama. Tessa trató de abrir los ojos para ver a la persona que se acercaba, pero todo lo que pudo distinguir fueron los bordes borrosos de lo que, de otro modo, habrÃa sido un rostro bastante anguloso.
PodÃa sentir el dominio que irradiaba esa persona, y cuando se acercó, el aire que la rodeaba se volvió tan denso que apenas podÃa respirar.
Al momento siguiente, sintió un peso encima de ella. El calor de su cuerpo pareció desvanecerse cuando el fornido cuerpo del hombre se amoldó al suyo. Aliviada y tentada por el inexplicable frescor que la bañaba, Tessa arqueó la espalda sin miedo, como si quisiera acortar aún más la distancia entre ambos, retorciéndose con impaciencia mientras murmuraba:
âQuiero más...
En ese momento, la mirada de Nicholas Sawyer se oscureció, y una sensación de urgencia y ardor recorrió su columna vertebral.
âNo te muevas âsusurró con voz ronca y seductora.
Los Sawyer tenÃan una genética muy rara, pero aún más raras eran las mujeres que podrÃan dar a luz a los hijos de Nicholas. Y esta mujer aullante que tenÃa debajo resultaba ser una de ellas.
Ãl nunca se habrÃa acercado a ninguna mujer, y mucho menos habÃa tenido algún tipo de relación casual. La única razón por la que estaba haciendo eso era para cumplir con el deber que Remus Sawyer, su abuelo, le habÃa dado.
Sin embargo, no se imaginaba que le invadirÃa un deseo tan intenso por esta mujer, a la que nunca habÃa conocido.
En ese momento, la dama que tenÃa en sus brazos ignoró por completo sus órdenes mientras se retorcÃa y le pasaba las manos por encima, con las suaves curvas de su silueta se apretaban contra su cuerpo con débiles movimientos.
Tragando saliva, el hombre se transformó en una bestia hambrienta y feroz mientras la lujuria se apoderaba de él y le hacÃa agarrar a Tessa por la cintura, volteándola.
â¡Mujer, tú te los buscaste!
â¡Ah! âde repente, un dolor punzante atravesó a Tessa, y se puso rÃgida ante la sensación desconocida. El dolor en sà era tan extremo que, durante un minuto, volvió a la realidad. «¿Quién es?», se preguntó frenética. Y luego: «¿Qué estoy haciendo aquÃ?»
Recordaba haber ido a casa de su madrastra para reclamar la herencia que su madre le habÃa dejado, y luego la drogó. Cuando despertó, mucho más tarde, se encontró confinada en el extraño lugar.
Un empujón brusco y áspero cortó sus pensamientos.
âAy... âgritó con tono lastimero, protestando contra la violación, pero el hombre no dio señales de detenerse mientras seguÃa haciendo de las suyas, con su afirmación evidente y dominante.
Las gotas de sudor resbalaban por su masculino cuerpo y, entre los gruñidos bajos de él y los jadeos torturados de ella, continuó embistiéndola, cambiando de posición a su antojo mientras la reducÃa a algo parecido a una muñeca de trapo.
Con un último grito, ella sintió que una intensa ola de placer se abatÃa sobre ella como un tsunami. Echó la cabeza hacia atrás mientras soportaba la euforia, y luego se desplomó sobre la cama, desmayándose.
Su larga cabellera se deslizaba sobre un esbelto hombro y Nicholas vio su marca de nacimiento, que era un tono más oscuro que su pálida piel y tenÃa la forma de una delicada mariposa a punto de levantar vuelo.
...
Diez meses más tarde, en la sala de partos del Hospital Prime, el sudor de Tessa habÃa empapado las sábanas mientras se aferraba a las barandillas protectoras que tenÃa a ambos lados, con los nudillos blancos.
â¡Argh! ¡Duele! âgritaba mientras soportaba el dolor que le atravesaba el abdomen.
âSigue pujando. Puedo ver la cabeza del bebé...
â¡Waaaaa! âel fuerte llanto de un bebé resonó en la estéril sala de partos, anunciando el nacimiento de una nueva vida.
â¡Cumpliste tu parte, y a partir de ahora, el niño no tiene nada que ver contigo! âla voz frÃa e impasible llenó los oÃdos de Tessa mientras yacÃa con el rostro ceniciento en el catre del hospital, tan débil y agotada que no podÃa ni siquiera levantar un dedo. Lo único que podÃa hacer era observar con los ojos muy abiertos cómo su hijo le era arrebatado.
âMi bebé... âse lamentó. Unas lágrimas bajaron por sus mejillas, contra su voluntad.
Después de la noche que habÃa pasado con aquel hombre, cuya identidad aún desconocÃa, Tessa se encontró con que la vigilaban en su casa. Poco después, descubrió que estaba embarazada.
La persona que la custodiaba para evitar que escapara le dijo que si daba a luz al bebé sin problemas, su hermano, Timothy, recibirÃa el mejor tratamiento que habÃa para su enfermedad. Al oÃr eso, ella aceptó de inmediato y sin dudarlo.
Timothy padecÃa una enfermedad que le atrofiaba las pantorrillas y, como su corazón se debilitaba dÃa a dÃa, estaba confinado en la cama la mayor parte del tiempo, sólo para seguir vivo.
Tras el fallecimiento de su madre, su despiadada madrastra, Lauren, echó a Tessa de la casa y cortó los fondos para el tratamiento médico de Timothy, dejándolo al borde de la muerte.
Cuando ella accedió a dar a luz al bebé incluso sin saber quién era el padre, no pudo preocuparse por la situación. Lo habÃa perdido todo y a todos menos a Timothy, y habrÃa dado su vida de buena gana si eso significaba salvar la de él. Pero a medida que el bebé crecÃa en ella y empezaba a sentir sus primeras patadas y sus fuertes latidos, empezó a mostrarse reacia a cumplir su promesa de entregarlo en cuanto diera a luz.
Al fin y al cabo, era una parte de ella, de su propia sangre. Y ahora, le fue arrebatado para siempre.
...
Mientras tanto, en el exterior del hospital, un lujoso Maybach estaba aparcado en la penumbra de la noche.
Un hombre mayor estaba sentado en el asiento trasero del coche, tenÃa el pelo gris y el rostro sombrÃo. TenÃa un brillo intenso en los ojos, y el aire parecÃa quedarse quieto a su alrededor, pues transmitÃa una sensación de temible autoridad. Poco después, un médico se acercó al coche con un recién nacido en brazos.
âFelicidades, viejo señor Sawyer. Es un pequeño prÃncipe âanunció.
Cuando el anciano escuchó esto, sus ojos se iluminaron con una alegrÃa sincera, y sonrió mientras tomaba al bebé que lloraba en sus brazos.
â¡Qué maravilla! ¡Esto es un motivo de celebración! Por fin tengo un bisnieto âexclamó. Luego, la alegrÃa se le escapó de la voz al ladrarle con mala cara a al ayudante que estaba al ladoâ: ¡Dile a Nicholas que esa mujer vendió a este bebé por diez millones y huyó en la noche!