Capítulo 102
Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )
CapÃtulo 102
âPor lo visto, ella no parece de aquÃ, oficial, ¿qué hizo para que la busquen?â
¿Cómo llegó la policÃa hasta allÃ?
¿Será que aquel hombre murió por su culpa y ahora la iban a arrestar para llevarla a la
cárcel?
No, ella no querÃa ir a la cárcel.
No querÃa volver a estar encerrada.
La mente de Violeta quedó en blanco por un instante, ni siquiera se detuvo a pensar, agarró su mochila y rápidamente guardó las pocas cosas que tenÃa, abrazó la caja de hierro que llevaba en sus manos y se preparó para escabullirse sigilosamente.
â¡Caray, va a escaparse!â
Violeta miró alrededor alarmada y al ver que se acercaban, echó a correr.
El policÃa gritó: â¡No corras!â
La fábrica estaba al pie de la montaña y Violeta ya tenÃa bien claro el terreno circundante; perderlos serÃa pan comido.
Al doblar la esquina, los policÃas ya no pudieron ver a la persona de la foto, se habÃan quedado sin aliento, âRápido, llamen a la central en la ciudad, digan que ya la
encontramos, está en la fábrica abandonada detrás del pueblo pesquero en el Golfo del
Sur.
Digan a la central que manden más gente, vamos a rodear la montaña para buscarla, seguro que la encontramos.â
Violeta, tumbada en una zanja, no hizo ningún movimiento mientras escuchaba su conversación. Una vez que se marcharon, mordiéndose el labio, corrió hacia el interior del bosque más denso.
No se atrevÃa a parar, habÃa estado encerrada tres años, tres años de tortura.
PreferirÃa morir afuera antes que volver a ser encerrada.
Nadie sabÃa cómo habÃa sobrevivido esos tres años.
En el Hospital de Esperanza.
La fiebre de Maurino llegó sin aviso y subió a más de ciento cuatro grados Fahrenheit. Ernesto lo llevó al hospital sin titubear.
Mientras estaba en recepción haciendo los trámites de ingreso, el asistente recibió una llamada de la central de policÃa, âErnesto, la encontramos, huyó hacia las montañas
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cerca del Golfo del Sur. Ahora, el equipo junto con los aldeanos están rastreando la montaña, probablemente tendremos resultados en un par de dÃas.â
Ernesto asintió: âEstá bien.â
Después de colgar, dudaba si debÃa contarle al presidente.
Justo en ese momento de duda, la voz de Lucrecia resonó de repente, â¿Asà que encontraron a Violeta?â
Ernesto miró hacia dónde venÃa la voz y asintió, âSrta. Salazar.â
âEscuché lo que decÃas pero, ¿podrÃas no contarle por ahora? Ãl está enfermo, lo que más necesita es descansar. Alguien encontrará a Violeta, ahora lo más importante es que él descanse, nada es más importante que él.â
Ernesto se quedó con las palabras en la boca, âGracias por el consejo, Srta. Salazar. Consideraré lo que ha dicho.â
Lucrecia sonrió ligeramente, âGracias por informarme sobre la enfermedad de Mauri.â
Viendo que ella se estaba yendo, Ernesto <spa