Capítulo 106
Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )
Capitulo 106
Era esa viejal
En su vida pasada, Violeta y Noa siempre estuvieron en constantes enfrentamientos, Noa nunca la vio con buenos ojos.
Fue
por sus palabras que, después de graduarse de la secundaria, Violeta fue enviada al extranjero por Noa para estudiar, y se quedó allà por tres años.
Violeta se enteró del compromiso de Maurino con Lucrecia solo después de regresar al paÃs.
La anciana frunció el ceño, examinando a la Violeta, con el cabello sucio y desordenado, la ropa mojada, sin zapatos, era la imagen de la desfachatez.
Violeta, sin querer mostrarse débil, lo miró fijamente y dijo: â¿Qué estás mirando, vieja?*
Lucrecia intervino apresuradamente: âVioleta, no debes ser grosera, ella es la abuela de Mauri. DeberÃas llamarla bisabuela.â
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Pero Violeta no querÃa dar la cara: âNo la conozco, no la llamaré asÃ.*
Lucrecia insistió: âVioleta, no puedes actuar asi.â
Dos patrullas de policÃa que pasaban vieron el auto estacionado al lado del camino, con placas de la capital y rápidamente se detuvieron para verificar, sin esperar encontrar a la chica que se habÃa perdido al saltar al rÃo.
Inmediatamente, el policÃa llamó a Maurino.
Violeta pensó que la policÃa habÃa venido a buscarla y cuando vio que se acercaban, dijo: âSi vienen más cerca, salto otra vez.â
El policÃa estaba sin palabras: âJovencita, ¿de verdad te gusta saltar? Si tienes algo que decir, hablemos. Se gastaron cientos de dólares en buscarte, asà que mejor vuelve con tu familia y deja de hacer berrinches.â
Violeta respondió sin pensar: â¿A quién engañan? Mis padres murieron hace tiempo, soy huérfana, no tengo familia.â
Sin embargo, pronto se dio cuenta de que cuando mencionaban a la âfamiliaâ, no podÃan estar hablando de nadie más que de Maurino.
Noa, al escuchar esa respuesta, frunció el ceño insatisfecha.
Unos minutos más tarde, Violeta vio un auto familiar acercándose por el camino. Era
Maurino.
Al ver al hombre bajar del auto, Ella no lo pensó dos veces y corrió hacia donde el auto se habÃa detenido, gritando: âHermano.â
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Maurino, al ver a Violeta sana y salva a pesar de su estado desaliñado, escondÃa en su mirada profunda y frÃa una mezcla de emociones complejas, asà que guardó silencio sin decir una palabra.
De repente, Violeta soltó lo que tenÃa en la mano y abrazó a Maurino, su voz ahogada resonaba desde su pecho: âHermano, ¿por qué tardaste tanto en buscarme? No quise hacer nada malo, fue esa persona quien me atacó primero.â
En su voz habÃa un evidente tono de agravio, pero habló tan suavemente que nadie pudo escucharla claramente, nadie vio su cuerpo temblar, llorando cuidadosamente.
Maurino frunció el ceño y al final, no dijo ninguna palabra de reproche: âErnesto, trae la
manta.
Ernesto respondió: âSÃ.â
Violeta estaba envuelta en la manta, alzó la cabeza, sus ojos no derramaron lágrimas, pero estaban rojos.
âPrimero llévenla al auto.â
Dentro del auto, Ernesto apagó el aire frÃo y cerró la división interna.
âSrta. Violeta, por favor cámbiese de ropa.â
Fuera del coche, mientras Maurino hablaba con los policÃas, Noa no parecÃa muy
contenta.
Al subir al coche, Maurino vio que Violeta ya se habÃa acurrucado y se habÃa dormido en
el asiento.
Sus brazos colgaban, su piel estaba marcada con heridas, azules y moradas.
En la enorme Villa del Sol, solo quedaba una persona.
Laura dijo: âSeñor, ha vuelto.â
Maurino, llevando a la chica que aún dormÃa, emanaba una atmósfera frÃa y penetrante, sin desviar la mirada entró en la mansión.