Capítulo 145
Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )
CapÃtulo 145
¿Y si no me caso con Lucrecia? ¿Qué puede hacerme?â Maurino echó un vistazo al reloj y se acercó a Noa con una mirada penetrante, âHoy en dÃa las cosas son diferentes, lost matrimonios arreglados ya no afectan a esta generación. ¿Cree que me importarÃa si la familia Salezar quiere romper el compromiso?
Lo que yo quiero es una esposa que sea obediente y sensata.
Lucrecia se crio conmigo desde pequeña, pero si después de todos estos años aún no entiende cómo comportarse, hay muchas otras mujeres que sà saben cómo ser una buena esposa.
Para Maurino, el amor no era esencial. Lucrecia era ciertamente hermosa, pero más importante que la belleza era que le trajera paz a su vida.
Noa cuestionó: â¿Estás tratando de desafiarme?â
âNo es un desafio, sólo estoy estableciendo un hecho. Hay muchas mujeres en la capital, no sólo una Lucrecia.â Maurino dejó caer esas palabras y se fue de la oficina con una mano en el bolsillo.
Noa seguia furiosa, golpeando su bastón, âMaldito desgraciado, estás pensando en ser un traidor sin corazón! Lulu te ha esperado doce años, ¿cómo puedes tener el corazón para abandonarla?â
Maurino se detuvo en la puerta, âSi la familia Salazar elige romper el compromiso,
también deben asumir las consecuencias.
â¡Maldito seas, detente!â
Maurino ya fue sin mirar atrás. Al abrir la puerta, Ernesto escuchó los gritos de furia que
venÃan de la oficina.
Parece que su jefe realmente habÃa enfurecido a la matriarca.
Ernesto siguió a Maurino hasta el estacionamiento subterráneo y una vez en el asiento del conductor, preguntó, âSeñor Paz, ¿vamos a la escuela de la señorita Violeta?â
Maurino miró pensativo hacia otro espacio de estacionamiento vacio, luego apartó la
vista.
Permaneció en silencio y Ernesto no preguntó más.
Unos minutos más tarde.
Violeta salió de la escuela, subió al llamativo auto y se sentó en el asiento del copiloto sin decir una palabra.
Ernesto preguntó: âSeñor Paz, ¿a qué restaurante vamos?â
Maurino cruzó su piema derecha sobre la izquierda, colocó ambas manos sobre sus rodillas y con los dedos bien definidos empezó a tamborilear, con los ojos cerrados y voz grave dijo, âAhora ni siquiera contestas mis llamadas? Violeta, estás creciendo.â
Viendo que ella no respondÃa, Maurino extendió la mano, pero antes de que pudiera tocarla, ella se apartó, âNo quiero hablar con un hombre voluble.â
La chica se mareaba en el coche, asà que se apoyó en la ventana, evitando su mirada.
Maurino dijo: âVamos al restaurante francés que reservamos la última vez.â
Violeta se sentia rebelde, âNo quiero, quiero comer tacos al pastor.â
Maurino frunció el ceño ligeramente, âTodavÃa estás creciendo, déjame llevarte a comer algo nutritivo. Ernesto, maneja.â
El coche comenzó a moverse lentamente.
El aroma picante y estimulante flotaba por todo el callejón, el ventilador giraba con un ruido estridente en el comedor y Violeta, con unas pinzas, eligió un montón de cosas para comer. Después de que terminó, el hombre que desentonaba con el lugar por su traje negro sacó su billetera y pago.
Ernesto nunca habrÃa imaginado que el Señor Paz irÃa a un callejón profundo a comer algo que no parecÃa del todo limpio.
Violeta dijo: âPor favor, como siempre, sin picante, con cebolla y ajo.â
El dueño respondió: â¡Claro que si!â
Luego se sentaron en el lugar familiar, con el ventilador soplando sobre sus cabezas.
El lugar favorito de Violeta para llevar a Maurino a comer cuando regresaba de sus viajes, siempre habÃa sido ese.
Ella pensó que Maurino, una vez siendo el presidente del Grupo Paz, desdeñarÃa ese tipo de lugares, pero siempre se dejaba llevar por ella.