Chapter Capítulo 190
La Novia Equivocada Novela de Day Torres
ATRACCIÃN PELIGROSA. CAPÃTULO 39. Cuando ya no me duela...
Nahia sintió que el corazón se le hacÃa un nudo cuando lo vio aparecer, después de casi tres años sin verlo. ParecÃa que habÃa crecido aún más, tenÃa muchos más tatuajes, de modo que casi le cubrÃan todo el cuerpo, y el corte militar habÃa desaparecido, dejando lugar a un cabello más largo y ondulado.
La única nota de un solo color era aquel brazo artificial. Exactamente como un brazo común, las mismas dimensiones, solo que adaptándose a la masa muscular del hombre que lo poseÃa. No estaba solo pegado a su antebrazo, sino que subÃa por su codo y parecÃa que tenÃa ramificaciones sobre su brazo y hasta su hombro. De verdad parecÃa cosa de ciencia ficción, pero aunque se veÃa como un ciborg, seguÃan presentándolo como La Bestia Orlenko.
En cuestión de segundos la multitud enloqueció. Desde el accidente, y tras perder su mano, Aaron habÃa dejado de ser el favorito en las jaulas, cosa que iba muy bien para las apuestas, porque aun asà no dejaba de ganar.
El comentarista en esta ocasión parecÃa muy entusiasmado. Aaron daba vueltas por la jaula con su mismo carácter impávido de siempre, asà que Nahia estaba segura de que la pelea no iba a durar mucho.
Y no se equivocó.
Aaron se abalanzó contra su adversario con una velocidad inimaginable y en cuestión de segundos el público estaba desquiciado. Golpeaba al hombre como si fuera un saco de arena, pero sin usar la izquierda más que para defenderse. Cinco minutos después solo habÃa un hombre noqueado en el suelo mientras él daba vueltas alrededor de aquella jaula con expresión sombrÃa, como si no hubiera obtenido el resultado que esperaba.
Los gritos de la gente eran ensordecedores y Nahia suspiró, levantándose.
âNo deja de causar ese efectoâ, pensó dirigiéndose a la habitación que Diana le habÃa indicado.
Cinco minutos después aquella puerta se abrió y Aaron entró para ver a una mujer de pie frente al enorme ventanal de la habitación.
-Lárgate -gruñó molesto-. Ya le dije al Hellhound que no acepto putas el dÃa de la pelea. (3)
-Entonces trataré de ser breve -respondió una voz que lo dejó paralizado y Aaron levantó los ojos para ver cómo aquella mujer se giraba. 1 -Nahia...
Nahia llevaba una gabardina blanca, larga casi hasta los tobillos. Su ropa era toda elegante; la sensualidad, como siempre, la llevaba en el carácter, no en el vestir.
Aaron no supo por cuánto tiempo se quedaron allÃ, uno a cada lado de la habitación, mirándose fijamente. Nahia esperaba ver aquel odio instantáneo, aquel rechazo que habÃa visto la última vez, pero en lugar de eso en sus ojos solo encontró una mezcla de sorpresa e incredulidad. Lo vio ponerse apurado una camiseta antes de dar el primer paso hacia ella.
-¿Qué... qué haces aqu� ¿Cómo has estado? -preguntó él y Nahia frunció el ceño porque aquello definitivamente no se lo esperaba.
-Estoy bien, y me alegra ver que tú también lo estás -respondió señalando a su brazo y él se lo acarició un momento como si fuera real.
-Si... menos escribir, todo se me da bien... 1 Otro silencio incómodo y Nahia supo que debÃa cortarlo.
-Lamento mucho molestarte -le dijo-, pero necesito que me firmes esto. -Sacó el sobre de su gabardina y se lo acercó-. Pensé que te habÃas ocupado de eso cuando te firmé los papeles hace dos años, pero hoy me topé con la sorpresa de que no lo hiciste, y la verdad es que los necesito con urgencia. Aaron sacó los documentos y se quedó mirando la palabra âdivorcioâ por un largo segundo. No sabÃa exactamente cómo se sentÃa con eso, pero âbienâ no era el término correcto.
-Espera... ¿hace dos años? ¿De qué hablas? -murmuró.
Nina abrió la boca pero tampoco pareció que ninguno de los dos entendÃa nada. 2 -Hace dos años tu madre fue a llevarme los papeles del divorcio, ya estaban firmados por ti, yo los firmé y te los mandé de vuelta, he creÃdo que estamos divorciados desde entonces -respondió Nahia y él negó con vehemencia.
-¡Yo no te mandé nada! ¡Ni hace dos años ni nunca! No sé por qué mi madre... No lo sé, pero yo no te mandé nada -sentenció él avanzando hacia ella y Nahia asintió.
-Está bien, está bien, te creo. Pero igual eso ya no es importante -replicó-. Solo necesito que me firmes los papeles y... -El teléfono en su bolsillo comenzó a sonar y Nahia ya conocÃa aquel tono.
Su madre sabÃa que habÃa ido a pasar por un momento difÃcil y Nahia sabÃa que era lo suficientemente inteligente para no interrumpirla a menos que fuera una emergencia. Y cuando se trataba de emergencias no podÃa pensar en nadie más que en su hija.
Lo siento, tengo que contestar esto -sentenció tomando la llamada y alejándose hacia la ventanaâ¿ Mamá? ¿Qué pasó? -Meli le habló por un instante, contándole que Julie habÃa vomitado la fórmula, y Nahia cerró los ojos medio aliviada y medio asustada-. Lo siento, mamá, olvidé decirte que el pediatra le cambió la fórmula a Julie la semana pasada. Si, la otra le estaba cayendo mal... La nueva está en la alacena donde guardo sus biberones y el esterilizador... SÃ, solo deja que pase media hora y dale la fórmula nueva, y avÃsame si la vomita otra vez... SÃ, regreso tan pronto como pueda... Gracias. 11 Nahia colgó la llamada y se giró para encontrarse con el rostro desencajado de Aaron. Las palabrasâ fórmulaâ y âbiberonesâ
seguÃan repitiéndose en su cabeza, como si lo aturdieran más que un par de puñetazos.
-¿Tienes... tienes una hija? -preguntó él con voz ronca y un poco ahogada.
-Siârespondió Nahia sin inmutarse.
-¿Y qué... qué edad tiene?
QuerÃa que la tierra se lo tragara, solo de pensar que Nahia podÃa haberse quedado embarazada de él sin que lo supiera en todo aquel tiempo le estrujaba el corazón, pero cuando ella le respondió fue mucho peor.
-Dos meses -dijo Nahia y Aaron pestañeó rápido, mirando al suelo y a los papeles para no mirarla a ella.
-No sabÃa que te habÃas casado -murmuró-. Bueno, técnicamente casado no, porque sigues casada conmigo, pero digo... No tenÃa idea de que tenÃas una hija.
Nahia apretó los labios y pasó saliva. Por supuesto que no tenÃa ni idea, porque nunca más se habia interesado en saber ni cómo estaba. Si hubiera sido asÃ, sabrÃa que la madre biológica de Julie era una adolescente que habÃa llegado embarazada al orfanato y habÃa muerto durante el parto por una complicación, y Nahia habÃa decidido adoptar a la bebé.
-¿Vas a... a casarte de nuevo? ¿Por eso quieres el divorcio? -preguntó Aaron mirándola a los ojos y Nahia ni siquiera supo lo que vio.
-Quiero el divorcio porque es una página que debimos pasar hace años -sentenció-. Por favor, firmalo. 1 2/4 Aaron miró los documentos y sintió que algo dentro de él se morÃa un poquito. HacÃa dos años que no le encontraba el gusto a la vida, y sabÃa que no era solo por haber perdido su brazo.
-Necesito que mi abogado lo revise -murmuró y Nahia asintió, sabiendo que probablemente le pedirÃa ayuda a su tÃo.
-De acuerdo, pero lo necesito para mañana -respondió-. Por favor házmelo llegar al hotel Gagarin.
Pasó a su lado, dirigiéndose a la puerta, pero apenas puso una mano en la manija escuchó su nombre.
-¡Nahia... espera...!
Se dio la vuelta despacio y le sonrió con una mezcla de tristeza y sinceridad.
-Me alegra saber que estás bien, y felicidades por la victoria de esta noche le dijo-. Adiós, Aaron.
Salió de la habitación y se dirigió a la salida sin que una sola persona osara detenerla, sin embargo para cuando llegó a su hotel, a su propia habitación, ya habÃa alguien muy especial esperándola allÃ.
-Pensé que harÃas una entrada más dramática -murmuró Nahia lanzando la llave electrónica sobre la barra y sirviéndose una copa de vino para sentarse junto a Katerina, que ya bebÃa de la suya-. ¿Tú también vienes a ofrecer disculpas por no responder a mis llamadas?
-Solo si tú me las ofreces por no responder a las mÃas -replicó Katerina.
-Llamaste muy tarde.
-¡Tarde! Ustedes los jóvenes no saben lo que es tarde -murmuró Katerina con una sonrisa enigmática â Asà que no, solo vine a verte porque me di cuenta de que no pasarÃas a saludar a la familia.
Nahia negó con suavidad.
-Es lo mejor. Solo espero que Aaron me firme el divorcio para marcharme -le dijo-. Después de lo que pasó no creo que las visitas sociales sean lo más apropiado.
Katerina sonrió con comprensión.
-Ya veo... sigues culpando a Nina.
Nahia negó y se bajó de su banqueta para alejarse.
-No culpo a tu hija, fue un accidente y las cosas se jodieron, pero no me digas que al menos no debió tomar una decisión diferente cuando estuvimos en ese cuarto de hospital -espetó Nahia entre dientes.
-OK; te lo digo: Nina no debió tomar una decisión diferente cuando estuvimos en ese cuarto de hospital -repitió Katerina.
-¿Disculpa? -gruñó Nahia sin poder contenerse.
-Por supuesto que no iba a dejar morir a Aaron, yo tampoco iba a permitirlo, ni su padre, pero era una decisión que no nos correspondÃa -sentenció la mujer-. Dime una cosa: Si el accidente hubiera sido en Inglaterra y nosotros no hubiéramos estado allÃ, ¿habrÃas esperado a que la mami de Aaron llegara para que tomara las decisiones importantes?
-¡Por supuesto que no! -exclamó Nahia.
-¿Por qué no?
-¡Porque era mi responsabilidad! ¡Yo era su esposa! -gritó.
-¿Y esa responsabilidad cambió con la geografÃa? ¿Eras menos esposa suya en Eslovaquia de lo que lo eras en Inglaterra? -
preguntó Katerina y Nahia apretó los puños mientras sus ojos se humedecÃan-. No. ¿Verdad? Esa siempre fue tu responsabilidad y mi hija fue una mujer inteligente al permitir que solo quedara entre Aaron y tú.
-¿Al permitir que me odiara? -siseó Nahia con sorna.
-Ella no lo obligó a odiarte -replicó Katerina-. Ãl lo hizo solo, y si te odió, y si no entendió lo que hiciste por él, y si te rechazó y te abandonó, fue porque no te merecÃa -sentenció con tristeza-. Y mi hija pasó por cosas muy dolorosas como para permitir que una mujer, cualquier mujer, esté con un hombre que no la merece, incluso aunque ese hombre sea su propio hijo. 13 Nahia no pudo evitar que las lágrimas corrieran sobre sus mejillas.
-Entonces dile a tu hija que un dÃa, cuando ya no me duela, le agradeceré por el favor que me hizo, pero ahora todavÃa no puedo -replicó. Es cierto, en cualquier parte del mundo habrÃa sido mi responsabilidad, porque yo era su esposa, pero eso ya es pasado.
Katerina se puso de pie con gentileza y le dio un beso en cada mejilla antes de dirigirse a la puerta.
-Tal como yo lo veo -sonrió antes de salir-, sigue siendo tu responsabilidad, porque todavÃa eres su esposa.