Chapter LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 27
La Novia Equivocada Novela de Day Torres
CAPITULO 27. Lo único que no puedo controlar Meli sintió que sus rodillas se aflojaban. Las palabras de Nathan eran como golpes de agua frÃa sobre su rostro.
-¿Qué...? ¿De qué estás hablando...?-murmuró y todos se giraron para ver su rostro interrogante. .
En un segundo Aquiles Wilde se puso livido.
â ¡De nada! ¡De nada! ¡Este hombre no sabe lo que dice! -escupió con ansiedad y Heather clavó en el suelo aquellos ojos abiertos y ansiosos. Nathan se cruzó de brazos con suficiencia y sonrió.
â Sé muy bien de lo que estoy hablando. Y ustedes tienen una tendencia errada a creer que la gente es estúpida. Se volvió hacia Amelie y tomó una de sus manos con fuerza, como si supiera que lo que estaba a punto de decir serÃa muy difÃcil para ella-. Antes del accidente con tu madre, habÃas conocido a tus tÃos?
Amelie negó instantáneamente.
â No se llevaban bien con mi mamá, asà que no los conocÃa -murmuró Después del accidente estuve un mes en el hospital, ellos me sacaron y me llevaron a su casa.
-Y supongo que no te dijeron que esa casa, esa mansión a la que te llevaron, se la habÃan acabado de comprar con tu herencia, porque antes vivÃan en un departamentito de mala muerte en una zona cualquiera de la ciudad -le dijo Nathan y Amelie lo miró estupefacta.
-¿Cómo...? ¿Cómo mi herencia? â Amelie se llevó una mano a la cabeza sin comprender.
â Tu abuelo se lo dejó todo a tu padre, y tu padre te heredó todo a ti â le explicó Nathan mientras miraba a aquella gente como si quisiera asesinarlos en el acto â Tu madre fue la apoderada de todos tus bienes, ella los manejaba, pero después de su muerte tu tÃo Aquiles se convirtió en tu tutor. ¡Y hago énfasis en â tutorâ porque no eras el heredero! â espetó Nathan en dirección al hombre-.i Solo te aprovechaste de la situación para robarle todos estos años!
Aquiles abrió la boca, pero no dijo nada. Su rostro seguÃa pálido y su mirada llena de rabia. Estaba completamente furioso y aturdido al escuchar las palabras de Nathan.
â ¡Eso es una mentira, una patraña total! -gritó por fin, su rostro estaba contorsionado de rabiaâ. ¡Además nosotros la cuidamos... le dimos una educación...!
-¡Y ahora se la están cobrando! ¿O me equivoco? -gruñó Nathanâ. ¡No quieras hacerme pasar por estúpido que no lo soy!
Amelie debió tener la habitación principal en esa casa porque es âsuâ casa, es su propiedad, cada prenda de ropa que te pones es suya porque la pagas con âsuâ dinero, y aun asà hace ocho años que la tratas como tu sirvienta como si le estuvieras haciendo un favor, la escondes deliberadamente como si fuera un simple objeto mientras le robas como el ladrón que eres.
Aquiles retrocedió asustado. â ¡Eso es una calumnia! -espetó.
-¡Lárgate de mi propiedad! ârugió Nathan y sacudió la cabeza mientras sostenÃa a Amelie con firmeza-. Lárgate antes de que llame a la policÃa. Meli ya sabe la verdad y a partir de ahora se hará lo que ella decida. ¡Lárguense! Furiosa y desconcertada, Amelie miró a los Wilde con incredulidad. No podÃa creer que su propio tÃo hubiera estado conspirando contra ella todos esos años, robándole la herencia y tratándola como a una enemiga. Con una furia ardiente en los ojos, Aquiles gritó lo único que honestamente creÃa:
â Esa no es su fortuna, es la fortuna de la familia Wilde y debió dividirse en primer lugar, ¡no tenÃa por qué ser toda para ella! â
Claro, pero sà hiciste que fuera toda para ti âespetó Nathan con un gesto de asco-. ¡Vayanse de aquÃ! ¡Ahora! Finalmente, cuando la ira invadió cada centÃmetro de su cuerpo, Aquiles giro sobre sus talones y salió furioso de la casa con su esposa a su lado. Nathan se giró hacia Meli y se dio cuenta de que estaba temblando y su corazón latÃa con fuerza. La abrazó por un instante pero dos segundos después Meli se echó a llorar sin poder evitarlo y Nathan la levantó en brazos.
-Vamos, nena, vamos... calma, no pasa nada... â murmuró en su oÃdo llevándola hacia el interior de la casa.
La sentó en la biblioteca, en uno de los sofás frente a la enorme chimenea y Amelie trató de limpiarse las lágrimas.
-Lo siento, yo... no querÃa que esto sucediera -susurróâ. No querÃa que te hicieran tanto daño.
-Yo sé que no lo querÃas â susurró ella mientras Nathan se sentaba a su lado, acariciándole los cabellos â. Pero no puedo dejar de pensar en lo que todo esto significa. Mi propia familia ha estado... ¡Dios! nada de lo que haga o diga cambiará eso. ¡Ni siquiera puedo entender por completo lo que sucedió! â Como tu tutor, Aquiles podÃa manejar tu dinero -
susurró Nathan-.Y han estado usándolo para ellos. Desde que cumpliste la mayorÃa de edad, debÃan transferirte toda la potestad sobre tu herencia, pero no lo hizo y honestamente creo que jamás pensó hacerlo. Creo que él y tu tÃa imaginaron que si te trataban como una sirvienta toda la vida, crecerÃas creyendo que el dinero era de ellos y jamás reclamarÃas nada.
-Y no se equivocaron ¿verdad? -murmuró ella con el corazón roto por el dolor y la decepción. Después de unos minutos de silencio, Nathan trató de calmar a Amelie con palabras gentiles, abrazándola con fuerza mientras ella seguÃa llorando.
-¿Puedo preguntarte algo? ¿Desde cuándo sabes esto? âpreguntó la muchacha y el cuerpo de Nathan se tensó.
â Desde hace algunos dÃas â respondió él.
-¿Desde antes o después de decidir cambiar de prometida? -murmuró ella y Nathan se echó hacia atrás.
â Ni siquiera lo pienses, Amelie, esa no fue la razón por la que cambié de opinión.
â Entonces lo sabÃas desde antes â comprendió ella-. ¿Cómo quieres que no lo piense? ¡Sé que no necesitas para nada el dinero de nadie pero no soy estúpida, sé lo que representa el estatus en esta ciudad! -exclamó Meli levantándose y alejándose de él- . ¡Una heredera engañada sigue siendo una heredera, y antes no quisiste terminar el compromiso con Stephanie..! 1 -¡No quise terminar el compromiso con Stephanie para obligarte a decirme la verdad! ¡Porque querÃa que fueras tú la que viniera a mÃ...!
Amelie se sostuvo la cabeza con desesperación, sin conseguir calmarse. No sabÃa qué creer o a quién creerle. -Sé que no tengo nada que ofrecer -sollozó con tristeza-, pero al menos ofrecerme a mà misma era mejor que ofrecer dinero... ¡No puedo...
no quiero... no contigo...!
En un segundo Nathan atravesó los escasos pasos que los separaban y la hizo girar bruscamente para estampar en su boca un beso desesperado. Cuando sus labios encontraron la boca de Nathan, su aliento se apresuró y sus piernas se volvieron débiles.
Ãl la sujeto con fuerza contra su cuerpo, intentando establecer su dominio sobre sà mismo más que sobre ella. Nathan tuvo que recurrir a todo su autocontrol para no arrastrar a la chica hasta la pared y besarla del modo en que realmente querÃa hacerlo, con la brutal urgencia de una bestia hambrienta.
â ¡Basta ya, Meli! ¡La única razón por la que estoy comprometido contigo y no con Stephanie no tiene nada que ver con él dinero, es porque ella no significa nada para mÃ! â gruñó, dándole otro beso apasionado, esta vez con más fuerza.
Meli sintió como todo el miedo desaparecÃa de su cuerpo. Su corazón latÃa desbocado y su mente habÃa volado hacia un lugar más intenso y fascinante.
La erección de Nathan se sentÃa feroz contra su cuerpo, haciéndole saber qué era lo que él querÃa hacer con ella.
-¿Crees que puedo fingir esto... a esta velocidad? â murmuró Nathan, mirando profundamente a los ojos de Meli mientras ella sentÃa la excitación en su voz. Su respiración se agitaba entrecortada y sus ojos brillaban con deseo-. Puedo controlar mil cosas en el mundo, Meli, menos la forma en que me siento contigo.
â Rozó sus labios suavemente y bajó por su garganta-. Sé que soy un condenado egoÃsta pero no puedo evitar esto... me gustas demasiado...
Meli no podÃa creer lo que Nathan le estaba diciendo.
â ¿De... de verdad? âpreguntó en voz muy baja porque necesitaba que aquello fuera cierto.
-¿Quieres comprobarlo?-murmuró él.
-¿C-como...?
Envolviendo sus brazos firmemente alrededor de la cintura de Meli, Nathan la atrajo hacia él hasta que no hubo ni siquiera el espacio de una hoja entre sus cuerpos. Se sentó en el sofá y la llevó sobre él, mientras ella respiraba pesadamente y se sentaba horcajadas en su regazo. Meli sintió la presión violenta del miembro de Nathan contra su sexo, rebelándose contra toda la tela que los separaba y no pudo evitar un jadeo de satisfacción.
Poco a poco, Nathan comenzó a besarla con más calma mientras le acariciaba el cabello y la espalda. Ella gimió suavemente y se abrazo a él por instinto, deseando que nada ni nadie tocara aquel momento. Las manos de Nathan sobre sus caderas, guiándola, moviéndola despacio, fueron suficientes para hacerla estremecer y esta vez fue ella la que buscó su boca, ansiosa, mientras él la gobernaba con suavidad hasta que sus movimientos se convirtieron en un ritmo perfecto.
Nathan sonrió al verla, aquello era una novedad tan grande para ella que no podÃa evitar excitarse con unos pocos roces. Meli no podÃa dejar de moverse contra él, mientras sus caderas bailaban haciendo que aquella presión incluso bajo la ropa fuera deliciosa. Respiraba pesadamente y podÃa sentir el sudor resbalando por su espalda. Ãl estaba teniendo un efecto tan increÃble en ella... Era como si hubiera estado esperando toda su vida para estar allÃ.
Pero de repente, tan pronto como habÃa empezado, se terminó. Alguien tocó a la puerta y Amelie se bajó rápidamente.
Segundos después Sophia caminaba hacia ella medio dormida y haciendo pucheros por no haberla encontrado en su habitación.
Amelie la llevó a dormir de nuevo y Nathan echó atrás la cabeza mirando al techo. Realmente no habÃa mentido: lo que sentÃa por Meli poco a poco se convertÃa en algo que ya no podÃa controlar. Al dÃa siguiente tuvo que irse muy temprano a la compañÃa y el abuelo acompañó a Sophia a la escuela y a Amelie a la universidad, despidiéndose de las dos con el mismo cariño, porque ya habÃa asumido a Meli como su nieta.
Por su parte, la muchacha estaba nerviosa y cansada. Apenas habÃa conseguido pegar los ojos la noche anterior. Pensaba en todo lo que estaba pasando con sus tÃos y sentÃa asco, pero si creÃa que se habÃan avergonzado con las acusaciones de Nathan, pronto descubrirÃa que aquella gente no tenÃa lÃmites.
â Ella es, la de la mochila morada, ella es Amelie âescuchó una voz conocida y se giró para ver cómo su tÃa Heather señalaba hacia ella. Que Stephanie la acompañaba no era raro, pero que hubiera dos policÃas con ellas, ciertamente sà lo era. â ¿La señorita Amelie Wilde? âpreguntó uno de los agentes. -S-sÃ... ¿qué pasa? âmurmuró ella.
-Queda arrestada por deudas de compensación económica contra la familia Wilde â dijo el agente mientras la esposaba. 1 â
¿Qué!? ¡No, eso no es cierto! ¡No es cierto!
-Será interrogada en la estación y se le explicarán sus cargos. Tiene derecho a guardar silencio, y creo que es mejor que lo haga, porque su tÃo es un hombre poderoso y está pidiendo años de prisión contra usted -sentenció el policÃa. Los ojos de Amelie se llenaron de lágrimas, estaba completamente aturdida, sintiendo que el mundo se le venÃa encima. No podÃa creer lo que estaba escuchando, pero mientras la metÃan en la patrulla, podÃa ver la expresión de satisfacción de su tÃa y su prima. â Va a ser un poco difÃcil que nos demande por la herencia si está en la cárcelį verdad? âpreguntó Stephanie con alivio. +
-Asà es, y no te preocupes, tu tÃo lo tiene todo muy bien planificado â la tranquilizó Heather-. Hemos venido preparándonos para este dÃa, no vamos a dejar que esa mosca muerta se quede de nuevo con toda nuestra fortuna.