Chapter LA NOVIA EQUIVOCADA By Day Torres CAPÍTULO 3
La Novia Equivocada Novela de Day Torres
CAPÃTULO 3. El que se trague el cuento, pierde ¡NUNCA! ¡JAMÃS! ¡EN TODA SU VIDA...! Nathan King habÃa sido humillado de esa manera por nadie, no hablemos ya de que lo hiciera una empleada de tan baja categorÃa como aquella. â¡Despedida! ¡Despedida! ¡Despedida! âgruñÃa mientras se sacudÃa los tacones de los pies, arrancaba el maletÃn ejecutivo de las manos de Amelie y se inclinaba sobre ella como un depredadorâ. ¡Estás...! â¿Despedida? âmurmuró Amelie encogiéndose sobre sà misma y el gesto de exasperación que le vio hacer la sobresaltó más. â¡Aggggrrrr! âgruñó Nathan recogiendo también sus zapatos y dirigiéndose a su oficina con la cara de Sam Bigotes y la actitud de Cruella De Vil. Se metió en su oficina y miró atrás, a la comitiva que lo veÃan con ojos desencajados. â¿Qué diablos hacen ahÃ? ¡A trabajar todo el mundo! âordenó. Un segundo después el avispero se dispersaba y Nathan cerraba de un portazo airado. Arrojó el maletÃn a una silla y se sentó a ponerse los zapatos cuando se dio cuenta... â¿Dónde quedaron las medias? âgritó y estaba a punto de lanzar uno de los caros zapatos italianos contra la puerta cuando escuchó una voz. â¡Por la cara no! âPaul Anders, el abogado de su familia desde hacÃa veinte años levantó las manos a modo de rendición y se metió en la oficinaâ. Tengo que decirlo, llevas años haciendo una entrada triunfal cada mañana, pero ninguna mejor que la de hoy. ¡Ãpica! â¿Estás buscando que te despida a ti también? ârezongó Nathan. âNo puedes, soy el mejor amigo de tu abuelo y sé demasiado sobre ti, no te arriesgarÃas ârio Paul sentándose junto a él. âTienes razón, pero te puedo bajar el salario âdijo el CEO en el mismo tono. â¡Ah, pues eso sà puedes hacerlo, asà que mejor no me arriesgo yo! âmurmuró Paulâ. Pero en fin, ya cuando se te pase el coraje reconsidera lo de despedir a la muchacha. â¡Claro que no! ¡Es una insolente, fresca, bocona, irrespetuosa, grosera, molesta como el demonio, y âdesnuda-hombres-en-
ascensoresâ! âexclamó Nathan. âPero está como quiere, y solo te quitó los zapatos. Con ella yo me metÃa a ese ascensor sin pensármelo dos vec... â¡Paul! El hombre suspiró con condescendencia. âSolo digo que no seas tan ligero, a lo mejor la chica depende de esto para sobrevivir. Y a ti no te vino mal que alguien te bajara los humos por una vez âreplicó el abogadoâ. Y ahora dime, ¿para qué me llamaste? Nathan sacudió la cabeza tratando de calmarse y luego alcanzó una hoja de papel que habÃa sobre su escritorio. âNecesito que encuentres a la mujer que maneja este coche âdijo entregándole las placas que el guardaespaldas habÃa anotado. Paul asintió con la cabeza mientras miraba el papel en la mano de Nathan. Mientras escuchaba la petición, sus ojos brillaban con interés. â¿Qué hay con ella? âpreguntó. âAyer una mujer salvó la vida de Sophia y rechazó una jugosa recompensa. Eso quiere decir que debe ser una persona resuelta, valiente, con integridad y espÃritu de servicio. Es muy importante para mi familia y debes encontrarla lo antes posible. Yo no la conocÃ, solo tengo ese número de placas, asà que lo dejo en tus manos. âOK, puedo encontrarla, ahora quiero que me expliques qué es eso de âimportanteâ âlo interrogó Paul. âPienso casarme con ella. La carcajada de Paul se extendió por la oficina hasta que se dio cuenta de que no era un chiste. â¿Es en serio? âmurmuró un poco espantado. âSophia ya tiene seis años, necesita una madre ârespondió Nathan â. Una mujer capaz de dar la vida por ella me parece más que adecuada para cuidarla. Paul Anders se levantó y caminó frente a él. â¿Estás loco? Si me dices que te enamoraste y quieres casarte lo entiendo, pero lo que estás buscando es una empleada. âExactamente âdijo Nathan sentándose en su escritorioâ, una empleada a la que estoy dispuesto a darle los mayores beneficios por convertirse en la madre de mi hija, pero nada más. Sabes que enamorarme... Eso no es algo que vaya a pasar nunca más, Paul. Marilyn fue el amor de mi vida, era una mujer noble, dulce, tÃmida, que controlaba todo ese fuego que habÃa en mÃ... Ese sentimiento no podrá replicarse nunca. Paul Anders lo miró en silencio. ¿Fuego? Ese ya estaba completamente apagado. A lo mejor lo que su amigo necesitaba no era una mujer sumisa que lo obedeciera, sino a alguien que volviera a avivar aquella chispa. âEstá bien, lo haré, buscaré a esta mujer, pero tienes que prometerme: Tres meses de compromiso, nada de casarte como si la hubieras embarazado, date tiempo de averiguar si es lo mejor para tu hija. ¿De acuerdo? Nathan asintió, porque le parecÃa razonable y porque sabÃa que si no accedÃa Paul saldrÃa corriendo a contarle el chisme a su abuelo, el patriarca de la familia Wilde. Lo que sà no se imaginaba el CEO del grupo KHC, era que el abogado saldrÃa de allà en una dirección un poco diferente. Paul pidió referencias en la recepción y luego fue al pequeño almacén de los correos. Miró a la chica que estaba acomodando cajones por todos lados y sonrió. âZapatos rojos, tú debes ser Amelie, la chica del correo âel hombre alargó la mano y Amelie se la estrechóâ. Yo soy Paul Anders. â¿Qué puedo hacer por usted, señor Anders, en los minutos que me quedan aquÃ? âpreguntó ella con un suspiro. âPues para empezar, recuperar tu puesto âdijo Paul con una sonrisaâ. ¿Necesitas mucho el trabajo, verdad? âAmelie asintióâ. Entonces ve a hablar con el Presidente King, sé que parece un ogro, pero en el fondo tiene buen corazón, y sobre todo le gusta que lo adulen. Amelie se cruzó de brazos. â¡Pues jodidos vamos porque yo no soy buena para eso! âdeclaró y Paul le abrió los ojos, aguantándose la risaâ. ¡Ay, perdón! âTú imagÃnatelo como una obra de teatro, no puede ser la primera vez que le mientas a alguien âPaul se encogió de hombrosâ. Hazle la pelota, arrodÃllate a sus pies, incomódalo hasta que se apiade de ti. Ãl se hará el ofendido y tú la vÃctima indefensa. ¡El que primero se trague el cuento, pierde! Amelie lo miró con ojos brillantes y sonrió. âUsted tiene una mente muy macabra... ¡me gusta como piensa! Pero no será tan fácil que CEO me reciba. âNo te preocupes por eso, a las doce del mediodÃa me desharé de su asistente! âdijo Paulâ. Te conseguiré diez minutos, procura aprovecharlos. Amelie apretó los labios y suspiró con determinación. â¡Por supuesto que sÃ, gracias señor Anders! Si habÃa que hacer todo un espectáculo para poder conservar aquel trabajo entonces lo harÃa. Al final aquel hombre tenÃa razón, no serÃa la primera vez que tendrÃa que ofrecer disculpas inmerecidas, sobre todo cuando era más pequeña y la caprichosa de Stephanie le hacÃa la vida imposible. âBueno, Meli, también le pusiste tacones al hombre... ¡eso te pasa por impulsiva y por bocona!â, se regañó. Pero finalmente estaba decidida a conservar aquel trabajo, asà que en cuanto dieron las doce, se apostó en una esquina y vio cómo el señor Anders se llevaba a la secretaria del CEO. Enseguida corrió hacia su puerta y entró sin pedir permiso, pero estaba a punto de disculparse cuando se dio cuenta de que no habÃa nadie. â¿Señor King...? ¿Señor King? âllamó abriendo otra de las puertas y gritó girándose bruscamente. â¡Maldición! âgritó Nathan terminando de cerrarse la braguetaâ. ¿¡Qué haces en mi put0 baño!? â¿PreferirÃa que lo persiguiera en el baño de alguien más? âpreguntó Amelie con tanta inocencia que Nathan no se lo podÃa creer. â¡PreferirÃa que no me persiguieras en absoluto! ¿Qué demonios haces aquÃ? ¿Cómo entraste? ¿Qué quieres? Y por más raro que fuera aquello, cuando Nathan fijó en ella aquellos ojos claros y penetrantes, Amelie tembló y no era de miedo, estaba a punto de salir corriendo de allà pero Nathan la sujetó por el brazo. â¡No te atrevas a irte! âgritó acercándose más a ella y la muchacha sintió que se aflojaban las rodillas. Nathan King despedÃa un olor a hombre que nublaba la vistaâ. Ahora me vas a decir qué demonios estás haciendo aquà y si no lo haces... âEspere, señor King, espere âdijo Amelie con voz suplicanteâ, he venido para ofrecerle disculpas. No querÃa ofenderlo, pero estaba tan nerviosa que no pensé en lo que estaba haciendo. Lo único que quiero es conservar mi trabajo, por favor no me despida, se lo ruego. Nathan la soltó, mirándola como si de repente le hubiera salido otra cabeza. â¿Es una jodida broma, verdad? ¿De veras pretendes que no te despida después de cómo me faltaste al respeto? âgruñóâ. ¿¡Y encima te metes hasta mi baño privado y me ves medio desnudo!? â¡No, no, no, yo no vi nada, nada de nada, se lo juro...! âpero la cara de Nathan solo le advirtió que lo habÃa empeoradoâ. ¡Digo que seguro que hay mucho! ¡Seguro que hay mucho, muchÃsimo que ver...! Para ese momento los dos estaban rojos como tomates y Amelie ya no sabÃa ni lo que hablaba. Solo le llegaron a la mente las palabras del señor Anders:
âÃl se hará el ofendido y tú la vÃctima indefensa. ¡El que primero se trague el cuento, pierde!â Un segundo después Amelie hacÃa el mayor acto de su vida cayendo a los pies de Nathan King. â¡Ay señor CEITO, no me despida! âsuplicó juntando las manos mientras Nathan la miraba con espantoâ. Yo soy una pobre chica indefensa y nunca he visto muchos hombres en mi vida, y cuando lo vi en el ascensor me deslumbré... â¿¡Eh!? â¡Es todo culpa suya! ¡Si usted no fuera tan atractivo yo no me hubiera puesto tan nerviosa! Pero le juro que no fue con mala intención, señor CEITO, ¡Se lo juro! âPara ese instante ya Amelie lo agarraba por una pernera del pantalón y Nathan trataba de subirse a la mesa, retrocediendo, como si ella estuviera a punto de morderloâ. ¡Yo necesito mucho este trabajo, señor King! ¡Por favor no me despiiiiiiidaaaaaa! ¡Le prometo que nunca más va a tener quejas de mÃ, es más ni siquiera me va a ver! ¡Pero un hombre tan apuesto tiene que tener buen corazón, no puede dejar sin trabajo a una pobre mujer desamparada que solo trata de ganarse la viiiiiiiiidaaaaaa...! â¡Bueno, ya, ya, está bien, no te despido, levántate! âexclamó Nathan todo nervioso mientras intentaba levantarla, pero aquellos condenados tacones parecÃa que le atraÃan la mala suerte, porque apenas tiró de ella cuando el tobillo de Amelie se dobló y terminaron los dos en el suelo en la peor posición posible. â¿Vengo más tarde? âla voz de Anders los sorprendió. Nathan tenÃa los brazos abiertos contra la tabla del escritorio y Amelie estaba frente a él, de rodillas, agarrada a su cinturón. â¡Aaaah! âgritó ella y se levantó apresurada, sacudiéndose la faldaâ. ¡Lo siento señor CEITO! ¡Gracias por no despedirme! ¡Gracias! ¡Gracias! Amelie le hizo siete reverencias antes de correr hacia la puerta. â¿Estás bien? âle preguntó Paul a Nathan tratando de aguantarse la risaâ.
¿Es mi imaginación o esa mujer te ha puesto en muy mala posición dos veces en el mismo dÃa? Nathan se levantó, aturdido. â
Eso no es una mujer... es un arma de destrucción masiva... âmurmuróâ. Tengo que dar instrucciones de que no la dejen subir a este piso nunca más... Se sentó en su escritorio y trató de ajustarse la corbata. âBueno, yo venÃa a traerte esto: fue muy fácil rastrear la matrÃcula que me diste, es un auto que pertenece a la familia Wilde, estuve investigando y en efecto, tienen una joven muchacha en la familia âdijo Paul Anders. âBien, prepara una reunión, mañana mismo iré a presentarle mis intenciones a la familia Wilde âdecidió Nathan. El abogado asintió, saliendo, y Nathan recordó que necesitaba otra cosa de él, pero cuando se acercó a la puerta para llamarlo lo escuchó hablar con la chica. âFelicidades por conservar el trabajo ârio Paul. âPues el show funcionó âsuspiró Amelieâ. Ãl se tragó el cuento, yo gané... âNathan estaba a punto de salir a despedirla de nuevo cuando...â Al menos tengo trabajo todavÃa... y de verdad lo necesito mucho, asà que gracias, señor Anders. Quizás el abogado tenÃa razón y Nathan King tenÃa un corazón menos duro de lo que creÃa, pero definitivamente no era idiota, asà que abrió la puerta y se asomó sobresaltando a los dos que estaban afuera. â¡Se me olvidaba algo, señorita! Como yo carezco de toda empatÃa, el código de vestir no ha cambiado âsiseó con malicia sabiendo cuánto iba a molestarlaâ. Asà que mañana la espero en su puesto de trabajo, repartiendo paquetes... ¡con esos mismos tacones!