Chapter Capítulo 80
La Novia Equivocada Novela de Day Torres
CAPITULO EXTRA 80. En tu casa la que manda es tu mujer Tres años después.
â¡Nathaaaaaaannnnn!
Aquel grito de Meli salió coqueto, peligroso y amenazante. Dos segundos después lo veÃa asomarse por la puerta como un niño que hubiera hecho una travesura. â ¡Soy inocente! â dio nada más entrar a la habitación.
â Tú sÃ, pero él no âdijo Meli señalando a Rex, que sonreÃa muy acomodado sobre su cama Llévatelo contigo, porque puedes estar seguro de que yo no me voy a hacer cargo de él esta noche.
Nathan hizo un puchero mientras Meli se maquillaba delante del espejo del tocador con toda su calma.
â¿¡Y por qué!? ¡Yo me lo llevé la última vez! ârezongóâ. ¡Ahora te toca a ti, acordamos que la custodia era compartida!
â¡Ya sé, amor! ¡Pero es que nosotras vamos a una despedida de soltera solo para mujeres, él quiere venir y yo no puedo dejarlo! â le explicó Meli con la calma de una madreâ. La idea es divertirnos esta noche, pasarla bien, jno que Harrison cancele la boda mañana porque el muérgano este se tiró a su novia! ¿Me explico? 1 Nathan miró a Rex, que sonreÃa de oreja a oreja viendo cómo se lo repartÃan.
â¡OK! Me lo llevo yo, ipero es tuyo en la fiesta del Super Bowl y en el cumpleaños de Archibald! ânegoció Nathanâ. Y además cuando regresemos esta noche me toca compensación sexual. Meli alargó una mano hacia él y estrechó la suya con un guiño.
â Hecho, campeón âaccedióâ. Ahora shú, váyanse, que tengo que terminar de arreglarme. Nathan suspiró y se giró hacia Rex.
â Vamos, niño, bájate de la cama que papá te va a llevar a una despedida de solteros a ver estripers y eso... â murmuró riéndose mientras Rex se tiraba de la cama, agarraba su saco y lo seguÃa.
Se juntaron con Paul, Harrison, Wayne, el fiscal Herson y varios amigos más, hasta el abuelo James se vistió de etiqueta para no perderse una despedida de solteros inolvidable. 1 Relajados en el VIP de la discoteca, y viendo a las chicas más calientes del mundo en biquini pasear por escenario, se dedicaron a reÃrse de la vida de casado que le esperaba a Harrison.
â¡No sé de qué se rÃen! â bromeó Harrisonâ. Yo ya encontré mi medio filete...
â ¿No era media naranja? â preguntó Rex. â¡Pues cada uno se come lo que más le gusta! ¿No? âse rio el abuelo. 2 â ilgual el medio filete lo va a maltratar! ¡Menos mal que tiene una empresa que dirigir, porque en su casa va a mandar su mujer! â se burló Nathan.
â¿Lo dices por experiencia? â preguntó el fiscal, â¡Completamente! â aceptó Nathanâ. Y tú no te rÃas que a todos nos queda bastante claro que Blue te tiene dominado. Si tu romance fuera una pelÃcula se venderÃa bien: âEl Fiscal y la Influencerâ. +
â âSometiendo al Fiscalâ!
â;âBajo el peso de la leyâ! â¿¡Pero qué peso!? ¿No ves lo flaco que está? ¡Esa mujer no le cocina...!
âLa tuya tampoco... Una botella de brandi después ya creÃan haber espantado lo bastante a Harrison, pero el único que tenÃa cara de agraviado era Rex.
âEntonces aquà el único que se salva soy yo â declaró y Wayne Bishop se partió de la risa.
â¿Tú? ¡Tú estás peor que todos! ¡A ti te espanta las moscas una niña de doce años, más posesiva que cualquier mujer! 1 âiOye, oye, deja a la Ballenita tranquila! Esa es la niña de mi corazón, ella es la única que me puede gobernar.
â Aparte de Meli...
âEso.
âY de tu madre... â¡Soy un hijo obediente! â¡Tú lo que eres menos malo de lo que te crees!
Otra botella y cuando las chicas en tanga empezaron a desfilar alrededor de ellos, ya pasaron a la fase de la preocupación.
âOigan... âdijo Harrison apartando una nalga de delante de su caraâ. Las chicas no estarán haciendo esto mismo įverdad?
â¡Nooooooo! Claro que no se rio el fiscal â. A ti te están restregando lo de atrás y a tu novia le deben estar restregando lo de adelante... ¡Pero lo mismo no! 3 Un segundo después Harrison salÃa corriendo hacia la puerta y Nathan se doblaba de risa.
â ¿¡Cómo le dices eso al pobre hombre que se casa mañana!? iJoder... qué velocidad! ¡Vamos! i Agarren al novio!
Igual era inútil, porque no tenÃan idea de a dónde habÃan ido las chicas, asà que, se repartieron en varios taxis y acabaron regresando a la casa. Las chicas ya estaban allÃ, esperándolos, y la única de todos que parecÃa medianamente lúcida era Meli.
â¡Te la traje casta y pura, Harri! ¡La cuidé toda la nooooooccccchhheeeeee! âdijo Meli señalando a Sara, que reÃa tirada sobre uno de los sofás. â¡Esa jamás ha sido casta ni pura! âdijo Harrison con una sonrisa sugerente. â¿iQuién me llamó!? âgritó Blue. â A ti nadie, loca! âdijo el fiscal sentándose junto a ella mientras la chica se le subÃa encima â ¡Aquà no, oye, espérate, aquà no...! Nathan envolvió a Meli en sus brazos y dio gracias a dios a que apuntó bien aquel besito a su boca.
â ¿La pasaron bien, Miss Tropiezo?
â De marrrrravilla, mi ogruto. Y regresamos todos sanos y salvo... âmiró alrededorâ ¿Sà estamos todos, no?
âi¿Estamos todos!?âgritó Nathanâ. ¡Que levante la mano el que no esté! â ¿Dónde está mi amado hijo? âpreguntó el señor Lanning. â¡Caramba, se nos quedó Rex! â¡Ahahahaah! ¡Ya llegará...!
Y como para confirmarlo un auto deportivo de lujo estacionó frente a la casa. Se asomaron por las ventanas y vieron a Rex besar a una rubia desteñida muy desteñida.
â¿A quién le toca espantarle a la Barbie? â preguntó Nathan. â Piedra, papel o tijera... â propuso Meli. Pero antes de que cualquiera de los dos empezara siquiera, oyeron un par de estruendos en la cocina y luego la puerta del frente abriéndose.
â11°REX LANNING!!!! ¿¡Qué horas de llegar son estas!? âgritaba Sophia apuntándole con el sartén más grande que habÃa en toda la casa. La rubia desteñida abrió mucho los ojos.
â¿Y esa quién es, Rex? âMi... _hija adoptiva...?âmurmuró Rex y segundos después lo pateaban fuera del auto. â¿¡Tienes una hija, infeliz!? ¿¡Estás casado!? â¡SÃ, y tiene mujer! âgritó Meli asomándose por la ventana. â¡Y marido! âgritó Nathan y dos segundos después el deportivo marcaba llantas alejándose de allÃ.
Rex se tambaleó hacia la casa y le sonrió a Sophia.
â¡Gracias, Ballenita! ¡Lo haces mejor que tu mam...! âel sartenazo le entumeció la oreja y lo hizo caer sentadoâ. ¡Oye, tu mamá nunca me pegó! âprotestó Rex.
â¡Y eso es lo más chiquito que te voy a hacer! â le gruñó Sophiâ. ¡A dormir, Rex, que mañana hay una boda a la que ir!
¡Muévete! ¡Ahora! 2 Y como si hubiera sido una orden generalizada cada uno agarró a su mujer y salieron corriendo hacia sus habitaciones, mientras Sophia se cruzaba de brazos, molesta, viendo aquel desmadre.
â¡Aquà la niña soy yo... aquà la niña se supone que soy yo...! ârezongó poniendo todos los despertadores electrónicos de la casa para las cinco de la mañanaâ. ¡Ya van a ver!