Chapter Capítulo 84
La Novia Equivocada Novela de Day Torres
JUEGOS DE SEDUCCIÃN. CAPÃTULO 1.
¡Fractura de muñeca! Nueve años después Se decÃan en solo tres palabras, pero habÃa pasado una eternidad. Rex estaba apoyado en la barra del salón de eventos del hotel Le Blanc, mientras todos a su alrededor gritaban enloquecidos. Los Patriots habÃan ganado el Super Bowl, solo que ahora Rex ya no era el quarterback.
Se habÃa retirado como futbolista hacÃa cuatro años y se habÃa hecho cargo de la compañÃa Lanning, pero como no podÃa desprenderse de una de las cosas que más amaba, habÃa convencido a Robert Kraft de que le vendiera el equipo.
Nunca más se habÃa mudado de regreso con los King, aunque iba todos los dÃas a ayudar con Nahia cuando era pequeña.
Simplemente ya no podÃa vivir en una casa donde no estaba la niña de sus ojos. Sophia tampoco habÃa regresado a Boston, la familia iba a verla cada par de meses, pero él no iba. Estaba bien, eso era todo lo que le importaba, aunque seguÃa odiándolo tanto que no accedÃa a mandarle ni una miserable foto. Por aislarse de él se habÃa aislado tanto que ni redes tenÃa, asà que a menudo Rex se encontraba preguntándose cómo se verÃa o cuánto habrÃa cambiado.
â¡Señor Lanning! No lo veo muy contento âle reclamó uno de los jugadores mientras otros se acercaban a élâ. ¿Qué le falta para ser feliz? ¿Le conseguimos una novia?
â¡No, Dios me libre! âse rio RexâYo de esas ni tengo ni mantengo.
â¡Pues animese! ¡Esta es la fiesta más importante del año en esta ciudad como para que ande con esa cara larga! â le dijo otro y todos levantaron sus vasos para brindar. â¡Mire como hay mujeres lindas aquÃ, en un rato van a venir a trepársele! Solo espero que una de ellas no sea la mÃa... es que ni la reconozco, ¿dónde diablos está esa mujer?
Y el problema era que todas las mujeres se veÃan iguales porque Rex habÃa hecho una fiesta de blanco y negro, hombres de negro, mujeres de banco. No habÃa ni una sola nota de color que desentonara... hasta que aquella mujer se detuvo en la puerta.
Era imposible no notarla, con aquel vestido rojo que llegaba al suelo, pero que solo era una capa de tela delante, una detrás, a los costados solo tirantes uniéndolas y dejando aquella piel visible... y esas curvas...
â¡Mierd@! â jadeó Rex cuando la vio sonreÃr con aquellos labios extremadamente rojos, y se le secó hasta el cielo de la boca.
La vio entregar su invitación, pero el anfitrión que estaba en la puerta se la devolvió. 1 ââLo siento, señorita, no viene de acuerdo al código de vestir... â dijo y ella se encogió de hombros.
âBueno...
Pero apenas se dio la vuelta para marcharse cuando una voz se escuchó a su espalda.
âLa señorita es una invitada especial. Ella puede usar lo que quiera. âLo siento, señor Lanning âdijo el anfitrión y se retiró mientras aquella mujer se giraba y clavaba en él sus ojos oscuros. Rex sintió el tirón desesperado contra su bóxer y aquel aleteo en el estómago, como antes del mejor de los partidos.
â Le ofrezco una disculpa. Rex Lanning âââse presentó. ââAbby âârespondió la chica estrechando su mano y Rex tiró de ella suavemente para acercarla a su cuerpo.
La miró atentamente, aquella era una fiesta de fantasÃa, asà que quien no llevara máscara llevaba maquillaje especial y el suyo era hermoso, como si tuviera alas blancas y plateadas alrededor de sus ojos. TenÃa el cabello oscuro y largo, rozándole el trasero y emanaba una sexualidad terrible.
â¿Aquà es cuando caigo rendida a tus pies? ââpreguntó ella con una sonrisa desafiante.
âO puedo caer yo a los tuyos. ââ Mmmm... Tú, arrodillado delante de mÃ... serÃa como un sueño hecho realidad. Rex se estremeció con el tono bajo y sensual de aquellas palabras. Algo en aquella mujer lo llamaba de una forma que no podÃa evitar.
âYo puedo cumplir todos tus sueños â le dijo zalamero mientras la llevaba hasta uno de los rincones del salón y le ofrecÃa una copa de champaña para brindar.
âYo solo tengo uno vergüenza.
sonrió Abby, acercándose y apretándose contra su cuerpo sin ninguna â¿Cuál?
â Follarte. A Rex se le salió la champaña hasta por la nariz de la impresión y ella sonrió con condescendencia mientras lo veÃa sacudirse el traje y mirarla como si fuera extraterrestre.
â ¿Perdón? âmurmuró porque para sincero y sinvergüenza estaba él, sobraba decir que mujeres ofrecidas habÃa conocido muchas, pero ninguna con aquella sinceridad tan cruda.
â Follarte. Cogerte. Sexo de una noche. Trepando por las cortinas. Ya sabes, hazme tuya y mañana no me llames ââmurmuró Abby y Rex se dio cuenta de que de aquella boquita podÃa salir la mayor de las groserÃas y se escucharÃa tierna y sensual.
Se quedó mirándola a los ojos durante un largo segundo, y de repente su cabeza bajó con instinto depredador y atacó sus labios con pasión. QuerÃa probar aquella boca, poseerla y hacerle suya. Y esa noche sabÃa que serÃa posible.
Rex pasó los dedos por el cabello oscuro de Abby mientras la besaba con avidez, sus cuerpos se apretaban mientras el calor crecÃa a cada segundo. Ella gimió suavemente contra sus labios, arqueando su cuerpo contra él mientras sus manos recorrÃan sus fuertes brazos y su pecho, hasta que Rex se dio cuenta de que se estaba descontrolando en público.
Tiró de su mano y se la llevó a través de varios corredores, llegaron a un ascensor y se enredaron de nuevo en un beso desesperado mientras subÃan. Pocos segundos después aquel amasijo de besos y caricias entraba a la suite presidencial del Le Blanc y Rex la empujaba hacia la cama.
âEspera... espera, muñeco... ââjadeó ella con una sonrisaâ. Solo quiero asegurarme de que los dos estemos en la misma página aquÃ. ¿Lo estamos?
â¡Seguro! Yo soy un tipo guapo, rico y sexy, y tú eres una mujer preciosa y segura de sà misma. Vamos a tener sexo salvaje esta noche, te voy a hacer mÃa y mañana no nos llamaremos â dijo él quitándose el saco y la corbata con un gesto urgente.
âSÃ, sÃ, pero no me refiero a eso â replicó ellaâ. Porque de nada te sirve ser tan guapo, rico y sexy, cariño, si las mujeres solo nos fijamos en los centÃmetros...
â Los sentimientos â la corrigió él.
â No, los centÃmetros. Enséñamelo.
â¿Eh...? â Rex se quedó paralizado.
âEnséñamelo, a ver si vale la pena el esfuerzo. â¿Cómo...? ¿Quieres que te haga una maldit@ prueba de admisión? âespetó él sin poder creerlo.
âSÃ, claro. ¿Cuánto te mide y cómo te mueves? sonrió ella contoneándose mientras se le acercabaâ. Porque cariño... eres muy mono y todo, pero eso no lo puedes resolver con una MasterCard. 2 Rex sentÃa como si acabara de abofetearlo con aquellas palabras, y eso solo lo excitaba más. En dos zancadas salvó el espacio que los separaba y la aprisionó contra una pared, tomando una de sus manos para meterla dentro de sus bóxer y hacerla tocar aquella dura erección que ya se habÃa despertado por su causa.
â Parece que va a valer el esfuerzo â ronroneó ella y Rex la besó con ferocidad mientras se quitaban la ropa con movimientos urgentes.
Ãl ya podÃa sentir el calor que se acumulaba entre sus piernas mientras Abby le mordisqueaba y chupaba el cuello. Gimió en voz baja, sintiendo cómo se ponÃa aún más duro bajo la tela de sus pantalones mientras ella le recorrÃa con las uñas el estómago y le arrancaba la camisa.
Rex le sacó el vestido a la luz baja de las lámparas y pasó saliva.
â¡Cristo divino! âsusurro mientras la contemplaba.
Ella era un espectáculo para los ojos, con su piel bronceada y sus curvas perfectas. Su propia piel parecÃa a punto de arder mientras Abby lo besaba, desnudándolo y mirándolo con un deseo feroz mientras se mordÃa los labios. Se sentÃa como si fuera a explotar de pura excitación cuando ella metió los dedos en su cabello y lo empujó hacia abajo. La boca de Rex paseó sobre sus pechos, chupando sus pezones mientras la hacÃa cerrar los ojos y geinir de gusto, era deliciosa y se estaba muriendo por enterrarse en su cuerpo, pero era consciente de que Abby estaba buscando algo más que una follada promedio.
ââ¿Estás listo para esto? â le preguntó ella con una sonrisa pÃcara, y Rex sonrió antes de morder suavemente sobre su sexo, haciéndola estremecerse.
Abby sabÃa exactamente lo que querÃa, y él estaba dispuesto a dárselo.
â¡Mmm, sÃ! âsuspiro mientras él la acariciaba. Se arrodilló ante ella, abriendo sus piernas y subiendo una sobre su hombro antes de comenzar a masturbarla terriblemente bien, metiendo la lengua entre sus pliegues y succionando sobre su clÃtoris.
Estaba tan caliente y húmeda que Rex sentÃa que estaba al borde de la locura. No sabÃa por qué, pero su propio corazón estaba más acelerado que el de un caballo de carreras.
La oyó, gemir, pedir más, guiarlo, gritar. ¡Dios, esos gritos! Metió un par de dedos en su interior y la midió lo suficiente como para saber que hasta a él le dolerÃa meterse ahÃ. Sintió cada estremecimiento mientras bombeaba en su pequeña vagina y lamÃa y mordÃa hasta que la primera contracción abrazó sus dedos y la sintió estallar en un orgasmo salvaje y violento Y sobre todo aquello, esa risa profunda y satisfecha lo lleno de orgullo.
â¡Al carajo la MasterCard! ârio sosteniéndola contra la pared â Yo soy perfecto.
La muchacha rio también y rodeó su rostro con las manos para besarlo entre jadeos de satisfacción.
â¡Tengo que reconocerlo! ¡Eso fue bueno! âsusurró y lo vio dejarse caer con expresión orgullosa en un sofá; pero si Rex esperaba que ella le regresara el placer, cuando la vio ponerse el vestido en un segundo, se dio cuenta de que algo iba mal. â
¿¡Qué haces!? â preguntó. âMe voy â respondió Abby. â¿Cómo que te vas...? ¿¡Ahora!? ¿Me vas a dejar asÃ...?âexclamó Rex espantado porque tenÃa un deseo que no se le iba a quitar ni con tres sesiones de sexo intenso.
â¿SabÃas que el protector de testÃculos fue utilizado en el hockey en 1874, y el primer casco de motocicleta se usó en 1974? â
dijo ella mientras se bajaba el vestido.
â¿¡Y eso qué rayos tiene que ver con esto!? âgritó él señalándose aquella erección monstruosa.
âQue significa que los hombres tardaron cien años en darse cuenta de que el cerebro también era importante ârespondió ella y a Rex casi se le desprendió la quijadaâ. Y bueno... el tuyo no me convence. 3 Rio tomando su bolso del suelo y dirigiéndose a la puerta mientras él la miraba aturdido.
âi¿Es una jodida broma, mujer?!
â¡Gracias por el orgasmo, estuvo... aceptable! Adiós!
â¡Oye, espera! âgritó Rex corriendo detrás de ella por el pasillo, intentando taparse con un cojÃn por delante y otro por detrás ââ
¿Qué pasó con eso de âhazme tuya y mañana no me llamesâ?
â¡Te menti! âgritó ella metiéndose en el ascensor y riendo mientras apoyaba la espalda en la paredâ. ¡Yo no soy de nadie! Tres cabezas se asomaron a las puertas mientras Rex se quedaba allÃ, anonadado, tieso, petrificado jy dejado!
â¿Qué, nunca han visto a un hombre desnudo o qué? ârezongó volviendo a su cuarto. Cerro violentamente la puerta de la habitación y miró el deplorable estado en el que aquella loca lo habÃa dejado â. j Fractura de muñeca es lo que me va a provocar la maldit@ esta noche! â gruñó sin poder creer lo que acababa de pasar. iJamás, jamás en su vida una mujer lo habÃa dejado con las ganas! ¡Joder, él era Rex Lanning! Estaba a punto de ponerse a maldecir cuando algo en el suelo del cuarto llamó su atención: Un pequeño folleto de una galeria de arte de la ciudad con varias exposiciones marcadas para los dÃas siguientes, Rex levantó una ceja coqueta y sonrió con maldad. â¡Ya veremos qué tan bien corres la próxima vez...!
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