Capítulo 137
Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )
CapÃtulo 137
â¿Por mi? Ernesto, no entiendo a qué te refieres.â
Ernesto conducÃa con seriedad y dijo con tono apagado, âNo es necesario que lo sepas ahora; eres joven y solo debes ocuparte de tus asuntos. Por lo demás, el señor Paz se encargará de allanarte el camino.â
Violeta estaba confundida, no entendÃa en absoluto lo que significaban las palabras de
Ernesto.
En fin, nada de eso le afectarÃa en el futuro..
Violeta regresó a la Villa del Sol y dejó la bolsa de yute que llevaba, arrastrándola hasta un garaje en el patio trasero que Maurino no usaba a menudo.
Laura ya le habÃa preparado la cena. âSeñorita Violeta, ¿qué es todo eso que trajiste? Hay cosas que no se deben traer al mansión asà como asÃ, las cosas de la calle no son limpias.
Ella revolvÃa el arroz en su plato. âSon cartones y botellas de plástico que recogÃ. De ahora en adelante, si hay cosas reciclables en casa, déjalas en el garaje. Luego las llevaré a vender.â
Laura estaba desconcertada. âSeñorita Violeta, ¿te das cuenta de lo que estás haciendo? Tendré que informar a la señora Noa para que te enseñe buenos modales. Debes aprenderâ¦â
No se podia ni comer en paz. Violeta perdió el apetito y dejó los cubiertos para subir a su habitación con la mochila al hombro sin esperar a que la mujer terminara su discurso.
Una vez que vio que nadie la seguÃa, cerró su puerta con llave y sacó rápidamente su teléfono celular para llamar a Adrián.
Del otro lado de la lÃnea, Adrián estaba discutiendo con su equipo sobre el próximo partido. Al escuchar la vibración del teléfono, pausó la discusión y salió a contestar.
Violeta se apoyaba en el balcón, con los últimos rayos del sol cayendo sobre su rostro y su cabello agitado por el viento, los suaves cabellos en su rostro brillaban con un destello plateado bajo la luz, su piel también era pálida y delicada. âAdrián, ¿ya llegaste at
casa?â
а
La voz grave del chico sono por el teléfono. âNo, aún estoy en la universidad discutiendo. con el tutor sobre el partido.
¿Y tú, qué haces?â
Ella respondió: â¡Estoy pensando en ti! ¿Ya comiste?
¿Tu mamá está mejor?â
La mirada resuelta de Adrián se dirigió tranquilamente hacia el campo de juego bajo la luz crepuscular. âYa está en tratamiento en Aguamar. Una organización benéfica de medicina ha acordado cubrir el noventa por ciento de los gastos médicos. El resto lo manejará la Universidad Capital con una solicitud de ayuda.â
¿Era ese el arreglo de Maurino?
Como siempre, si uno no se detenÃa a pensar las cosas que él hacÃa, nunca se darÃa cuenta de que habÃa alguien trabajando desde las sombras.
Violeta se emocionó: â¡Qué bien, Adrián! Seguro que todo irá mejorando.â
Ãl estuvo de acuerdo: âSÃ. Su condición está bajo control, pero todavÃa necesito un trasplante de riñón para que tenga una oportunidad de recuperación completa.
¿Y tú? ¿Cómo te adaptas al nuevo entorno?â
Violeta respondió: âEstoy bien.â
Es solo que ya no podremos vernos tan a menudo.
La llamada se extendió por unos diez minutos sin que se dieran cuenta, pero él tenÃa cosas que hacer, asà que tuvieron que colgar,
Pasaron algunas horas.
Era una noche Estrellada.
El reservado Luna y Estrellas.
âSeñor Urbano, ya que le gusta, permitiré que mi asistente se una a usted para tomar una copa,â Maurino jugaba con la copa de vino con arrogancia, âDanita.â
Maurino estaba sentado en la silla secundaria, mientras que el director de la oficina de administración de empresas ocupaba el asiento principal. El hombre miró a la mujer detrás con unos ojos llenos de codicia reprimida y sonrió levantando su copa. âSeñor Paz, ¿por qué hacerla pasar un mal rato? La joven parece tener apenas veintipocos años, dejémoslo asÃ.
Pero usted si que es hombre afortunado. La primera dama de la capital es su prometida y además tiene a una belleza tan deslumbrante y única a su lado.â
Maurino sonrió con ironÃa, âDanita, ¿no entiendes lo que digo?â
Dana mantuvo su compostura, con una delicadeza que no dejaba lugar a dudas, dijo: âLo siento, Sr. Paz, pero no puedo tomar alcohol.â
Urbano claramente no tenÃa intención de dejarla pasar tan fácil y dijo: â¿Eso es todo? Simplemente quédate a mi lado tomando jugo, todo lo demás se puede arreglar.â
Dana lanzó una mirada suplicante hacia Maurino, pero el hombre na mostró signo alguno de querer intervenir. Con indiferencia, sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo, colocó
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uno con desgano en su boca y con un encendedor de metal, lo prendió.