Capítulo 92
Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )
CapÃtulo 92
En cualquier circunstancia, Lucrecia debe ser nuestra prioridad!â, exclamó la anciana, agitando su bastón con emoción, âDeben establecerse distinciones claras, ¿por qué sino, mi nieto habrÃa pasado más de una década escondido antes de regresar?â
Pablo dijo: âSeñora, desde niño su nieto siempre fue más astuto que el resto y ahora que ha vuelto, ha tomado control total del Grupo Paz en solo tres años. Esto demuestra que durante sus años fuera, no olvidó lo que aprendió en el seno de la familia Paz. Podemos considerar este tiempo como una etapa de crecimiento.â
La anciana, al mencionar a la persona en cuestión, tenÃa una mirada de satisfacción, âLa familia Paz ha tenido una base sólida en la capital durante generaciones, todos han sido personas de gran influencia, nunca ha habido un inútil entre ellos. De todos los de su generación, sólo Mauri le ha hecho justicia al legado.
Dejemos esto por hoy y volvamos a casa. Con respecto a la familia Salazar, después de todo, fuimos nosotros los que buscamos la alianza matrimonial. Tras lo sucedido anoche, debemos darles una explicación.â
Pablo asintió: âComo diga, señora.â
El auto se alejó de la puerta de la escuela.
ས
Violeta, que estaba en clase, sintió un leve palpitar entre sus cejas.
En el Grupo Paz.
Ernesto, al recibir un mensaje, no detuvo su paso firme y abrió de golpe la puerta del despacho presidencial, âSr. Paz, la señoraâ¦â
Al ver a Lucrecia en la oficina, quien habÃa llegado sin que nadie lo notara, Ernesto se detuvo e inclinó su cabeza en señal de saludo, âSrta. Salazar.â
Lucrecia estaba detrás de Maurino, masajeando sus hombros. Sonrió levemente, âErnesto tiene algo que decirte, yo me retiraré por un momento.â
Maurino con una voz baja y magnética, dijo, âNo eres una extraña, no necesitas retirarte.â Revisó el proyecto en los documentos sin encontrar problemas, firmó con su pluma de tinta negra valorada en varios miles de dólares y cerró el expediente, â¿Qué pasa? ¡Habla!â
âEs sobre la Srta. Violeta, su abuela fue a la puerta de la escuela y la vio, pero no salió del auto para hablar con ella.â
Maurino no dijo nada..
Lucrecia dejó de masajear los hombros del hombre y explicó, âAnoche, mi padre la llamó para hablar sobre tu situación. Pero no revelé nada sobre Violeta, no esperaba que tu abuela se preocupara.
10:13
Lo siento, Mauri, no pensé que las cosas se pondrÃan asÃ,â dijo la mujer con una mirada de ternura y pánico en sus ojos, sus dedos entrelazados se volvÃan blancos de la presión.
Maurino habló con calma, âEsto no tiene nada que ver contigo. Al final, esos individuos terminarÃan sabiendo sobre la existencia de Violeta. No quise hacerlo público para evitar que una joven se convirtiera en mi punto débil.â De repente, extendió su mano y atrajo hacia sà a la mujer de mirada suave que estaba a su lado.
Lucrecia, como si hubiera sido sorprendida, se sentó inquieta sobre las piernas del hombre, con la palma de su mano sobre su ardiente pecho, âNo hagas esto, hay gente presente.â
Ernesto se mantuvo se marchó en silencio.
Era raro, casi inexistente, que Maurino hiciera tal gesto, porque las reglas de la familia Paz siempre habÃan sido de autocontrol. Las mujeres no eran más que un medio para la procreación y la continuación de la familia.
Los sentimientos nunca habÃan sido esenciales para él.
Ya fuera Lucrecia o cualquier otra mujer, todas eran iguales.
Pero en medio de asuntos tan tediosos, no podÃa prescindir de una mujer para aliviar la monotonÃa.
Lucrecia, acariciando el cuello de Maurino, susurró con una voz suave como la lluvia de primavera, â¿Qué te pasa hoy?â
De repente, él la atrajo más cerca, haciendo que su cuerpo se presionara contra el suyo y se inclinó para sentir sus labios tibios sobre la delicada piel de su cuello.
Fue un ligero roce, pero sintió como si una corriente eléctrica recorriera su cuerpo.
â¿Lo deseas? Estoy dispuesta a dártelo.â
La voz de la mujer sonaba como un conjuro encantador.