Chapter Capítulo 139
La Novia Equivocada Novela de Day Torres
CORAZONES ATADOS. CAPÃTULO 26. ¡Feliz desengaño, querida!
James se tenso, era inevitable ante la sola imagen de Sabrina al otro lado de la habitación. Si era honesto no habÃa esperado que ella estuviera allÃ, ni siquiera habÃa tenido una noticia suya después del juicio y la destrucción de uno de sus autos.
-No tengo ideaâcontestó con honestidad mientras tomaba la mano de Maddi y la miraba a los ojos-. De verdad no sé qué hace aquÃ, nena, pero si estás incómoda podemos irnos.
Maddi lo miró con ternura, podÃa ver la preocupación en aquellos ojitos claros y eso la derretÃa.
-Por supuesto que no nos vamos -respondió firmemente mientras le daba un suave apretón a la mano de James-. No voy a dejar que esta noche tan linda se nos amargue por un fantasma del pasado... por más cadavérico que se vea el fantasma...
¿De verdad tiene las clavÃculas tan salidas o se las pinta para que se le vean más? -preguntó achicando los ojos en su dirección para enfocar mejor y James casi escupió la champaña de la risa, al punto de que terminó tosiendo. 8 James suspiró, sabÃa que Maddi tenÃa razón pero no podÃa evitar sentirse sobreprotector con ella.
-Está bienâcedió finalmente-. Pero prométeme que si te sientes incómoda me avisas inmediatamente y nos vamos. 1 Maddi asintió.
-Claro, si me siento incómoda te voy a agarrar la mano y tocaré la palma asÃ...
-Eso significa âquiero follarâ -murmuró James conteniendo el aliento.
-¿En serio? ¿Y cómo se dice âquiero follar en el laberinto de arbustos detrás de la casa lo más pronto posible, por favorâ? â
preguntó ella y James tiró de sus manos para acercarla y darle un beso profundo y posesivo, sintiéndose afortunado de tener a Maddi a su lado.
Ella era su roca, juntos se habÃan ayudado a superar todo lo que habÃa pasado en los últimos meses. Era gracias a ella que podÃa seguir adelante y ser feliz, y no iba a permitir que nada ni nadie arruinara eso. 2 Sabrina observaba la escena con una mirada frÃa, sin poder evitar sentir un punzante resentimiento en el corazón. Ella habÃa sido la esposa de James, y habÃa sido traicionada y humillada ante todo el mundo. Sabrina sabÃa que, por mucho que quisiera arruinar su noche perfecta, no iba a poder hacer nada sin generar un escándalo mayúsculo y no era eso lo que querÃa. Ya no querÃa recuperarlo, sus ojos estaban puestos en Mycroft Westerfield, rico heredero y hombre de negocios con un tÃtulo de conde... pero sà querÃa venganza, e iba a conseguirla costara lo que costara.
Y sabÃa que su mejor oportunidad de venganza era aliarse con Beatrice, su archienemiga. O mejor dicho, su antigua archienemiga, porque ahora que ella ya no era la esposa de James, Beatrice no tenÃa por qué ver en ella una amenaza sino a una aliada.
Sabrina los observó con un brillo frÃo en los ojos mientras reÃan y coqueteaban, y se dio cuenta de que la heredera Westerfield también los observaba con el brillo de la envidia en los ojos.
TodavÃa habÃa una pequeña parte de Beatrice acechando bajo la superficie a que James estuviera solo, y la estúpida de Maddison Grant le habÃa frustrado el intento.
Sabrina tomó una copa de champaña y se acercó a ella contoneándose. Beatrice la miró frÃamente, pero Sabrina le dirigió una mirada triunfal.
-Es una pena que no te hayas dado prisa suficiente -dijo en voz baja-. Pero si somos honestas, James ya se estaba comiendo a la mesera cuando yo lo deje.
-No sé de qué hablas...
-No te hagas la estúpida, Bea querida, que ya nos conocemos -replicó Sabrina-. Has estado babeando por ese King desde que lo conociste, pero antes estaba conmigo y ahora con otra, pareciera que no tienes suerte.
-SÃ, asà parece -respondió Beatrice con un gruñido hosco.
-Pues por suerte para ti, querida, yo soy suerte embotellada -aseguró Sabrina con una sonrisa-. Si tú quieres puedo entregarte a James en bandeja de plata... de una vez por todas.
Beatrice se rio burlonamente.
-¿De verdad eres tan tonta? -siseó- ¿Realmente crees que no sé que contigo todo tiene un precio? Sabrina se encogió de hombros y suspiró.
-Pues estoy dispuesta a negociar por un precio justo, uno que no te dolerá.
-¿Y cuál serÃa?
-Tu aprobaciónâcontestó Sabrina-. Me gusta tu hermano pero es... tÃmido. Solo quiero que cuando deje de serlo tú apruebes nuestra relación.
Beatrice la miró con desconfianza por un largo segundo, sabÃa de sobra que Sabrina era una trepadora oportunista, pero para empezar ella y su hermano tenÃan bienes perfectamente separados y para seguir Mycroft nunca le habÃa agradado demasiado.
-¿Cómo planeas entregarme a James? -preguntó.
-Pues dependiendo de si estás lista para hacer cualquier sacrificio -sonrió Sabrina con maldad-. Como acostarte con él esta misma noche, por ejemplo. â
-¡Eso no serÃa un sacrificio! -replicó Beatrice.
-Entonces nos entendemos perfectamente, tú solo quédate atenta a mi señal, y acércate a él cuando yo te lo diga. Y sobre todo ten en mente a dónde lo vas a llevar.
Sabrina se alejó de ella y durante la siguiente hora Beatrice tuvo su atención puesta en ella y en James, pero no parecÃa que nada fuera a pasar. Maddi y James no se separaban uno del otro en ningún momento, hasta que a ella la champaña le pasó factura y se retiró un momento.
Dos segundos después la modelo le hacÃa una señal a Beatrice y ella se apresuraba a llegar junto a su objetivo.
-¡James! Cariño, no he podido verte en toda la noche -murmuró ella mientras lo veÃa agarrar una copa de champaña que le ofrecÃa un camarero.
James la habÃa visto hablar con Sabrina asà que no andaba con mucho ánimo como para soportar sus coqueteos.
-Pues sÃ, toda mi atención esta noche ha sido para mi novia -replicó él.
-Pero ella no es la única mujer en esta fiesta y a mà ni siquiera me has mirado, cielo -dijo la mujer, toda zalamera, colgándose de su brazo-. ¿Acaso yo no te parezco hermosa?
James respiró profundo.
-Dame tiempo, Beatrice, solo voy por la sexta copa de champaña -respondió y aquel comentario hizo que la heredera Westerfield se revolviera molesta. 2 Le hubiera armado un escándalo allà mismo si no hubiera sido porque de repente lo vio fruncir el ceño y sacudir la cabeza como si estuviera aturdido. ParecÃa que apenas mantenÃa el equilibrio y sus ojos se cerraban solos. Beatrice miró a Sabrina, entendiendo lo que habÃa hecho, y rápidamente pasó un brazo bajo sus hombros y lo empujó hacia una de las puertas del salón.
-Creo que bebiste demasiado cariño. Va a ser mejor si te llevo a que te recuestes un rato, vas a ver cómo eso enseguida te hace sentir mejor.
Lo sacó por una de las puertas laterales hacia uno de los corredores y lo llevó trastabillando mientras James intentaba protestar.
-Tres puertas más... ¡Dios cómo pesa! -gruñó logrando llegar a la biblioteca y echándolo sobre un sofá para sentarse luego sobre él.
Intentó despabilarlo pero James estaba completamente perdido en aquel âviajeâ que le habÃa provocado Sabrina con lo que fuera que le habÃa puesto en la copa.
Sabrina, por su parte, estaba más feliz que nuca. Le daba igual que Beatrice Westerfield se quedara o no con James, solo querÃa joderlos a él y a Maddi. Asà que cuando la vio entrar de nuevo al salón y buscar desesperadamente a James, el rencor y la sed de venganza pudiéron más que su sangre frÃa.
-¿No te parece que esto es demasiada sofisticación para una sirvienta? -siseó pasando tras ella y Maddi se giró con el rostro ensombrecido.
-¿Qué diablos quieres, Sabrina? -le preguntó furiosa, agarrándola el brazo.
-Justo a lo que me refiero: Cero refinamiento -murmuró Sabrina-. Pues debÃa quedarme calladita, al final solo venÃa a decirte que no eres lo suficientemente buena para James -respondió con sarcasmo, acercándose cada vez más a ella-. Pero es que no me puedo aguantar la lengua, el chisme que traigo entre pecho y espalda es demasiado... jugoso.
-¿Entonces por qué no lo sueltas ya, a ver si las dos nos reÃmos de tu estúpido chisme? -le gruñó Maddi intentando no perder la compostura.
-Porque este chisme no solo puede perjudicar a James, sino también a otra dama de la alta sociedad inglesa que no deberÃa verse envuelta en un escándalo... Pero tengo que reconocer que me muero por ver la cara que pondrás cuando te lo diga... -
contestó Sabrina con una sonrisa malvada-. Es por eso que estoy metiéndome donde no me llaman para decirte eso: No eres más que un juguete de estación de James. Ya no vales nada para él. Tus quince minutos de fama ya pasaron y ahora está buscando una mujer más... importante.
Maddi se tensó ante sus palabras, sabÃa muy bien lo que estaba intentando y no querÃa caer en su juego. Su corazón latió con fuerza intentando encontrar el valor para no golpearla, pero Sabrina de verdad la descontrolaba.
-¡Eso no es cierto! -siseó con rabia-. James me ama.
-Pues si te amara estarÃa aquà ahora, contigo, y no revolcándose con Beatrice Westerfield en... jah, sÃ! creo que en la biblioteca.
Maddi la miró fijamente, sus ojos casi escupÃan fuego. Sin embargo, Sabrina solo se sonrió más y se dio media vuelta para marcharse. Estaba segura de que Maddi estarÃa demasiado sorprendida como para hacerle algo, pero se detuvo cuando escuchó aquella pregunta:
-¿Por dónde está la biblioteca?
Sabrina la mÃró con un brillo triunfal en los ojos mientras señalaba una de las puertas.
-Por allà -dijo con una sonrisa-. ¡Feliz desengaño, querida!
Maddi no lo pensó dos veces antes de correr hacia aquel corredor. El corazón le latÃa desbocado y pasó varias puertas, empujándolas y mirando adentro para comprobar que solo eran otras salas pequeñas.
PodÃa sentir las lágrimas calientes que caÃan por su cara, aquella mujer no se imaginaba lo que le estaba haciendo al destrozarle el corazón de aquella manera tan cruel, pero cuando terminara con lo que iba a hacer entonces se encargarÃa de Sabrina.
Maddi atravesó las puertas de la biblioteca, con el corazón acelerado por la ira y el dolor, y se quedó congelada en el umbral al ver a James y Beatrice besándose sobre uno de los sofás.
El portazo hizo que Beatrice Westerfield diera un respingo asustada, pero James... James ni siquiera la miró, simplemente como si ella no existiera.