Chapter Capítulo 140
La Novia Equivocada Novela de Day Torres
CORAZONES ATADOS. CAPITULO 27. Un hermoso souvenir Maddi sentÃa el cuerpo rÃgido, un regusto amargo en la boca y ganas de golpear a alguien. Vio a Beatrice Westerfield levantarse de encima de James y se fijó en que él todavÃa tenÃa el pantalón puesto, el cinturón habÃa desaparecido y la bragueta estaba abierta pero al menos todavÃa no habÃa nada fuera de lugar.
Beatrice se subió torpemente el vestido, intentando cubrirse el brasier mientras pronunciaba cien excusas como si de verdad estuviera nerviosa y avergonzada.
-¡De verdad lo siento, Madisson! ¡Esto es una locura, lo lamento, qué vergüenza! ¡Solo... nos pasamos de copas y nos dejamos llevar! -dijo pero no se fue de allÃ.
Los ojos de Maddi fueron a la cara de James. ¿Pasado de copas? HacÃa solo cinco minutos James estaba más claro que el agua y ahora... lo vio recostar la cabeza en el sofá y gruñir con frustración, pero ni siquiera dijo una palabra. ¿Pasado de copas? James estaba volando peor que Buz Light Year, al infinito y más allá.
Maddi apretó los labios y miró a Beatriz con una expresión desafiante.
-Pasados de copas, no? -repitió con una sonrisa sarcástica-. ¿Y esa es la mejor excusa para meterte con un hombre que tiene novia?
-¡Oye, yo no me metà con nadie! ¡Los dos hicimos esto! -escupió Beatrice con desprecio-. ¡No te olvides de con quién estás hablando! ¡Yo soy Beatrice Westerfield y James siempre ha estado detrás de mi! Respeté su matrimonio pero no tengo por qué hacer lo mismo con... lo que sea que tienen ustedes. Es obvio que James me prefiere a mÃ, por eso esta aquà conmigo, ¿no?
Maddi volvió a mirar a James, que parecÃa más perdido que nunca, y se limpió las lágrimas que tenÃa en la cara. Luego cerró la puerta de la biblioteca tras ella y le pasó el seguro, caminando hacia la otra mujer. Beatrice se tensó, pensando que Maddi iba a golpearla o algo, pero en lugar de eso ella pasó a su lado y se sentó en una butaca que quedaba muy cerca de ellos, justo de frente.
-Tienes razón, si tú eres la mujer que le gusta a James no hay nada que yo pueda hacer -murmuró- Asà que por favor...
continúa. 1 Maddi vio cómo la distinguida Beatrice Westerfield se ponÃa pálida y luego roja de la rabia.
-¿Disculpa?
-Dije que por favor continúes -confirmó Maddi cruzando las piernas y acomodándose-. Lo que sea que le ibas a hacer... puedes seguir. ¿Qué era? ¿Una mamada? ¿lbas a intentar follártelo? Buena suerte tratando de que se le pare en ese estado, deja ver... ¡James! -se inclinó hacia adelante y chasqueó los dedos frente a su cara sin lograr nada más que unos pocos pestañeos de reacción-. ¡James, despierta! ¡ La golfa esta quiere follar! ¡Vamos cariño, no nos hagas quedar en vergüenza! -Pero James estaba más perdido que una vaca en un gimnasio y Maddi suspiró con dramatismo-. Pues evidentemente no va a rendir mucho, pero tú intentalo.
Beatrice gritó como si le hubiera dado dos bofetadas.
-¿Estás loca?
-Pues no, solo te digo la verdad, eso no se le va a poner duro -replicó Maddi con inocencia-, pero al menos deberÃas hacer el esfuerzo, ¿no? Tú ponte de rodillas, sácaselo ¡y empieza a chupar como si te fuera la vida en ello!
-¿¡Pero es que no tienes vergüenza!? -le gritó Beatrice.
-¿vergüenza yo? ¡Ja ja ja ja! Tu amiguita Sabrina me acaba de decir que solo soy una sirvienta. ¿O acaso tú lo olvidaste? -
sonrió Madi-. No, linda, mi vergüenza era verde y se la comió una cabra. Asà que si tanto se gustan, me encantarÃa ver lo que eres capaz de hacerle.
Beatrice parecÃa a punto de un colapso mientras se sostenÃa el vestido a medio quitar.
-¿Y dignidad? ¿De esa tampoco tienes? -le escupió la distinguida aristocrata-. ¡Tu novio te estaba engañando conmigo! ¡Nos estábamos besando! ¡Nos Ãbamos a acostar...! ¿Vas a seguir con él?
Maddi se levantó y caminó hacia ella.
-Pues mira engañarme lo que se dice engañarme... técnicamente ni siquiera fuiste capaz de quitarle los pantalones-replicó Maddi-. Y en cuanto a dignidad, ¿cómo puedes hablar de eso cuando estás haciendo el triste papel de la golfa de turno? ¿Qué tal si para el próximo Halloween te disfrazas de policÃa, a ver si al menos asà por un dÃa eres âla oficialâ? a La mano de Beatrice le surcó el rostro en un segundo y le viró el rostro.
-¿Con quién te crees que estás hablando, estúpid...?!
Pero no pudo terminar, porque Maddi no la abofeteó de regreso. Maddi agarró el tomo más cercano de la enciclopedia, lo agarró con las dos manos, y se lo descargó contra la cara sin miramientos, mandándola al suelo con la nariz rota.
-¡Aquà tienes, zorra, de la A a la G pasando por la E, para que aprendas lo que es Educación! -espetó lanzando el libro a sus pies. ¡Y ahora desaparécete de mi vista antes de que también te enseñe Decoro, Honestidad y Respeto! 1 Beatrice retrocedió en el suelo y trató de gritar, pero con la sangre que salÃa de su nariz solo emitÃa un sonido nasal y desagradable. Finalmente salió de allà corriendo y Maddi apretó los puños con una sonrisa. Sacó el teléfono de su pequeña cartera, que habÃa quedado tirada sobre la butaca, y marcó un número. â¿SÃ, señorita, Maddi? ¿Todo bien?â, preguntó su guardaespaldas.
-No, Sibar. Por favor necesito sacar a James de aquÃ. Pregunta dónde está la biblioteca y ven a buscarnos -le dijo la muchacha y respiró profundamente mientras se giraba hacia James.
Le cerró el pantalón y encontró su cinturón en el suelo, poniéndoselo de nuevo con cuidado. -Suélllltame, perrrra, que estoy comprrrrrr... commmmm.... ¡comprometido! -gruñó él tratando de desembarazarse de sus manos y Maddi rio.
-A buena hora te acuerdas, ricitos -murmuró con tristeza y sacó una toallita húmeda de un paquete que tenÃa y le limpió la cara y el cuello de todo el labial de Beatrice-. Vas a estar bien, ya casi nos vamos â dijo dándole un beso en la mejilla después de restregársela bien.
Pocos minutos después Sibar tocaba a la puerta y Maddi le explicó lo esencial. Lo habÃan drogado, habÃa que sacarlo por atrás para que no lo vieran y llevarlo al auto.
El guardaespaldas rodeó el torso de James con uno de sus brazos y lo levantó. Atravesaron el corredor hacia el fondo de la casa y cruzaron varias dependencias que eran solo para la servidumbre. Por fortuna llegaron al auto sin tropezarse con nadie y Sibar acomodó a James en el asiento trasero.
Sin embargo Maddi no se subió con él.
-VigÃlalo, no dejes que salga y no dejes que lo vean. Prepárate para irnos cuando yo regrese -le ordenó. -Pero señorita... se supone que yo la cuido a usted... -respondió el guardaespaldas.
-Esta noche él es más importante, Sibar -dijo ella con suavidad-. Pero no te preocupes, voy a estar ahà dentro, nada me va a pasar, te lo aseguro.
Maddi se dio la vuelta y se dirigió de nuevo al interior del edificio, pero no se fue al salón de inauguración sino a la cocina. Sobra decir que todos se sorprendieron al verla, pero nadie se atrevió a decirle nada mientras la veÃan investigar en la estanterÃa de las especias.
Maddi habÃa sido mesera en una cafeterÃa durante seis años, asà que sabÃa muy bien lo que estaba buscando.
-¿La puedo ayudar, señorita? -se ofreció uno de los cocineros y ella sacó un frasco de especias del estante.
-Necesito este, pero en blanco -pidió y el cocinero arrugó el ceño.
-Mmmm... sÃ, creo que tenemos en la despensa, solo que no lo usamos mucho. Ya se lo busco respondió el hombre con amabilidad y pocos minutos después regresaba con aquel frasco.
-¡Perfecto! -exclamó Maddi y le regaló una propina junto con un guiño cómplice. Muchas gracias. Luego solo tuvo que esperar.
Esperar tras las cortinas, invisible, sin que nadie la notara y en eso era bastante buena. No se movió de su sitio hasta que no vio que Sabrina colocaba una copa de champaña vacÃa sobre la bandeja de un mesero y comenzaba a caminar aprisa en su dirección.
Entonces se dio la vuelta y entró al baño, sacó todos los rollos de papel higiénico que habÃa y los tiró en el último cesto de basura antes de encerrarse en uno de los tres cubÃculos.
Escuchó cómo la puerta se abrÃa y se cerraba y alguien entró en el cubÃculo junto al suyo. Maddi salió y le pasó el seguro a la puerta principal antes de acercarse a al cubÃculo donde ya se escuchaba el pis de Sabrina.
-¿Ya viste cómo quedó tu amiguita de la alta aristocracia inglesa? -preguntó y del otro lado solo se escuchó un grito ahogado.
-¡Mierd@! ¿¡Qué quieres, imbécil!? -escupió Sabrina con rabia. SÃ, habÃa visto a Beatrice, pero ella no se intimidaba con eso.
-Nada importante, solo decirte que más te vale tener cuidado la próxima vez si no quieres quedar como ella -le dijo Maddi.
-¿Y para eso tenÃas que acosarme en el baño? -gruñó Sabrina.
-Me pareció bien amenazarte aquÃ. Si vuelves a meterte entre James y yo, Sabrina, te vas a arrepentir.
-Pues para que sepas nada de eso va a funcionar conmigo. Yo no soy tan idiota, y ustedes me van a pagar todo lo que...
¡Maldición! ¿Dónde está el estúpido rollo de papel!? ¡Malditos criados, ni eso saben. hacer bien!
Maddi le lanzó por encima de la puerta uno de los paquetes de toallas húmedas del tocador del baño y la escuchó abrirlo con un gruñido de frustración.
-No me importa lo que digas, no me importa tu estúpido amorcito con James â siseó Sabrina abriendo la puerta del baño y lanzando a la papelera las tres o cuatro toallas húmedas con que se habÃa limpiado â. ¡Tú eres una basura y James me humilló!
-gruñó enfrentándola-. ¡Asà que a los dos los voy a...!
Maddi la vio arrugar el ceño y ponerse a sudar en un segundo mientras se doblaba sobre sà misma con un grito desesperado.
SentÃa que se estaba quemando, literalmente quemándose aunque no viera las llamas. Intentó llegar al lavado pero Madi la agarró del cabello sin miramientos. 1 -Tú eres la que no tienes ni idea de lo jodidos que somos los... desclasados -le advirtió-. Métete de nuevo conmigo y te aseguro que te va a ir mucho peor.
La soltó con un movimiento brusco y salió de aquel baño mientras los alaridos de Sabrina se escuchaban ya en todo el salón y alguien mandaba a buscar una ambulancia solo por si acaso.
Maddi salió por la puerta principal y se subió al auto que ya la estaba esperando.
-Listo, ya podemos irnos -le sonrió a Sibar y en un instante se alejaban de allÃ.
El guardaespaldas miró por el retrovisor y la vio apoyar la cabeza en el hombro de James mientras miraba un frasco misterioso.
-¿Puedo preguntar qué es eso, señorita?
-Claro, Sibar. Es ajà blanco cristalârespondió ella. Solo un hermoso souvenir de la fiesta. 5)