Chapter LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 47
La Novia Equivocada Novela de Day Torres
CAPITULO 47. Ella también querÃa desaparecer El chofer la dejó justo en el estacionamiento de su edificio y esperó educadamente hasta que ella se subió al ascensor. ¡Qué ironÃa! Ahora que tenÃa tantos lugares a donde ir, era cuando no querÃa irse a ninguno de ellos, pero por desgracia no podÃa quedarse en casa de Nathan. SabÃa que Sophia estaba sufriendo, pero no podÃa quedarse allÃ. Quizás eran las hormonas, o el dolor, o aquella sensación profunda de sentirse traicionada, pero Meli no podÃa hacer otra cosa que irse. Se acurrucó en el mismo sofá de la sala y lloró hasta quedarse dormida. Por desgracia al otro dÃa en la mañana, todavÃa no estaba segura de lo que debÃa hacer. Su teléfono estaba lleno de llamadas perdidas de Nathan, asà que prefirió apagarlo antes de seguir martirizándose. Para empezar debÃa asegurarse de que en verdad estaba embarazada, asà que lo primero que hizo fue ir a un hospital, hasta donde sabÃa, lejos de cualquier influencia del doctor Benson.
Amelie no recordaba haber puesto jamás un pie en un hospital privado, pero sabÃa que era donde más rápido podÃa conseguir los resultados. Efectivamente, una hora después ya estaba acostada en una pequeña camita mientras una doctora le practicaba un ultrasonido.
â Bien, creo que podemos confirmarlo. Tienes once semanas de embarazo, feto único â explicó la doctoraâ. Peso y talla normal, se está desarrollando bien. â Tuve una cirugÃa, creo que cuando tenÃa pocos dÃas de embarazo. ¿Eso pudo afectar al bebé? â
preguntó Meli preocupada.
â No, hasta ahora no se ve nada anormal. En el ultrasonido de las dieciséis semanas se buscarán defectos de formación, pero no creo que haya problemas â le sonrió la mujer, tranquilizándolaâ. Ahora solo vamos a cuidar tu dieta y tomar tus vitaminas.
¿De acuerdo?
Amelie asintió, pero cuando salió de allà se sintió totalmente perdida. ¿Cómo podÃa solucionar aquello? Estaba.embarazada, de un hombre casado, cuya esposa en coma acababa de despertar.
Lo que Meli no sabÃa era que si ella no tenÃa las respuestas, Nathan tenÃa mucho menos. No durmió en toda la noche, dando vueltas como un león enjaulado y tratando de llamar a Meli, y aunque darse por vencido no era parte de su carácter, pronto se dio cuenta de que ella no le responderÃa.
En la mañana se bañó y regresó a la clÃnica. El doctor Benson estaba de buen humor, no todos los dÃas un paciente despertaba después de cinco años en coma, lo que Nathan no sabÃa era por qué él no sentÃa lo mismo. Se detuvo frente al cristal de la habitación de Marilyn y la observó, estaba despierta y ya hablaba con algunos de los doctores.
âEs como un milagro â dijo el doctor Bensonâ. Lleva mucha rehabilitación muscular, pero cada vez está más lúcida. Ha estado preguntando por usted. Nathan pasó saliva. Medio año atrás habrÃa dado cualquier cosa porque su esposa despertara y ahora tenÃa tantos sentimientos encontrados respecto a eso que se sentÃa una mala persona.
â ¿Puede... hablar bien, comunicarse?
â Perfectamente. TodavÃa tiene problemas con algunos recuerdos de su niñez, pero sabe quién es y los recuerda a usted y a su hija, incluso al abuelo King âexplicó el médicoâ. Su nivel de atención todavÃa es bajo, debemos trabajar en su atrofia muscular, pero sÃ, está plenamente consciente y muy comunicativa. â
Comprendo âmurmuró Nathan.
El doctor lo invitó a entrar mientras le pedÃa a los otros doctores que salieron y el rostro de Marilyn se iluminó al ver a Nathan.
Extendió los brazos hacia él y Nathan la estrechó con fuerza mientras la escuchaba llorar bajito.
âHola LynâLyn... ¿cómo te sientes?
âMe siento... un poco mareada, pero estoy bien ârespondió ella con voz ronca. â¿Te duele algo?
â No, no mucho. Solo estoy un poco débil.
El doctor Benson les dijo que podÃan hablar un rato y Nathan asintió, Marilyn no querÃa soltarlo y él no sabÃa por qué su piel se sentÃa rÃgida con su contacto. La ayudó a sentarse en la cama y Marilyn se acurrucó contra él, como si necesitara su calor para sobrevivir. âMe dijeron que ha pasado mucho tiempo. â susurró ellaâ. Cinco años... ¿Cómo he podido perderme cinco años?
Nathan intentó sonreÃr, pero fue un gesto forzado.
âLo importante es que ya estás mejorârespondió. âY tú estás... diferente.
â¿A qué te refieres? âpreguntó Nathan y Marilyn le acarició la cara. Nathan sabÃa lo que querÃa decir, pero pronto se dio cuenta de que las cosas entre los dos no habÃan cambiado: ambos disfrazaban las cosas que pensaban intentando que el otro las dijera.
â Tienes una barba muy bonitaâmurmuró ella, delineándole la barbilla. Lo miró a los ojos, pero ese beso que esperaba no llegó.
En cambio Nathan solo sonrió suavemente y se sentó frente a ella, alejándose.
â ¿Por qué no estabas aquà cuando desperté? ¡Debiste estar aquÃ, Nathan! âmurmuró ella.
â Estuve, los médicos te estaban revisando, todavÃa no estabas bien despierta. Pero tuve que volver a casa para hablar con Sophia. Nuestra hija... ella no sabÃa que seguÃas viva.
Marilyn lo miró con los ojos desorbitados.
â ¿Le dijiste a mi hija que estaba muerta? â lo acusó.
â Se lo dije a todos, no solo a ella. âOh, Nathan... ¿Cómo pudiste? âsusurró la mujer. Nathan sintió que se ahogaba, pero sabÃa que no podÃa decirle la verdad. PodÃa contarle lo mal que habÃa estado sin ella, lo mucho que habÃa llorado, o lo mucho que habÃa luchado para sacar adelante a su hija solo. Pero la verdad era que ya no era asÃ, hacÃa tiempo que habÃa dejado de llorar por no tenerla en su vida y su nombre solo le provocaba un enorme hueco de culpabilidad en el pecho. âNo fue una decisión fácil âmurmuró él finalmenteâ. Sophia era una bebé... y creció muy rápido. Y yo...yo no podÃa...
â¡No tenÃas derecho a decirle que estaba muerta! âNo tenÃa opción, ¿cómo le iba a decir a una niña tan pequeña que su madre seguÃa viva y no podÃa venir a verla? No querÃa que Sophi se hiciera falsas esperanzas, Marilyn, para eso va bastaba conmigo.
â¿Bastaba? â lo increpó Marilyn enojadaâ. ¿Bastaba contigo? ¿Yo no tenÃa derecho a que nadie más me quisiera o me llorara?
Nathan se mesó los cabellos con una sonrisa cansada.
âSabes que no quise decir eso, ¿por qué tergiversas mis palabras...?
De repente Nathan la miró a los ojos. Se habÃa sentido tan culpable que habÃa pasado los últimos cinco años idealizando solo lo bueno de aquella mujer dormida. Pero bastaba un segundo para que ella le recordara hasta la última confrontación que habÃan tenido antes que de que todo pasara.
â¿Quiero ver a mi hija! âdijo Marilyn desviando la mirada y Nathan asintió. â Claro, claro â respondióâ, solo necesitas un poco de tiempo para recuperarte. Y luego la traeré a verte, te lo prometo.
â Tráela hoy mismo.
â Marilyn...
â¡Quiero ver a mi hija, Nathan! ¡Soy su madre, tengo derecho, a menos que hayas hecho la estupidez de darle otra madre...! â
Marilyn se interrumpió de pronto, sintiendo el peso de aquellas palabras. Después de todo habÃan pasado cinco añosâ.
Nathan... ¿tú...? ¿Tú tienes otra mujer?
Nathan no hizo ni un solo sonido pero su silencio era respuesta suficiente.
â ¿¡Por eso le dijiste a todos que estaba muerta!? i¿Para poder casarte con otra!? â No, claro que no â dijo él rápidamente, por supuesto que no. Estuve solo por cinco años, Marilyn. Crie a nuestra hija solo. Yo no estaba buscando a nadie, créeme, pero...
â¿Pero ella llegó? â preguntó ella en voz baja y Nathan apretó los labios.
â Será mejor que hablemos de esto en otro momento. TodavÃa estás recuperándote. Voy a traer a Sophia cuando el doctor lo autorice....
â ¿Y mientras vas a ver cómo te acomodas entre tu esposa y tu amante?
â Marilyn... por favor. â¿Ya tuviste hijos con ella o yo era la única con la que no querÃas tener más hijos? â siseó Marilyn con los ojos llenos de lágrimas.
Nathan se restregó los ojos con un gesto desesperado y suspiró con cansancio.
âDe verdad estoy feliz de que hayas despertado y te estés recuperando. Traeré a Sophia lo más rápido posible. Iré a pedirselo al doctor âmurmuró Nathan sin llegar a contestarle porque se daba cuenta de que si lo hacÃa, estarÃan en una discusión hasta la noche Le dio un beso en el cabello y salió de la habitación con un suspiro. SabÃa que las cosas iban a ponerse muy difÃciles a partir de ahÃ, pero no tenÃa intención de mentirle a Marilyn cuando era obvio que cuando hablara con cualquiera en la casa se enterarÃa de la verdad. El teléfono comenzó a sonar en su bolsillo y Nathan lo respondió de inmediato al darse cuenta de que era una llamada del abuelo.
â¡Nathan, tienes que venir a casa de inmediato! â¿Qué pasó?
-No encontramos a Sophia. Esta mañana dijo que no querÃa ir a la escuela y la dejamos por todo lo que está pasando, pero hace unos minutos una de las chicas del servicio fue a llevarle una merienda y no la encontró â le dijo el abueloâ. Ven ya.
â Estoy saliendo para allá â respondió Nathan antes de correr hacia su auto.
Un escalofrÃo recorrió la espalda de Nathan mientras conducÃa hacia la mansión. No podÃa imaginar dónde podrÃa estar Sophia, pero le preocupaba que algo le hubiera pasado. Apretó el paso mientras subÃa las escaleras de la casa y se encontró con su abuelo, que lo miró con ojos ansiosos.
â¿Qué dijeron las chicas? â preguntó Nathan sin perder tiempo.
âDijeron que no la encontraban por ningún lado ârespondió el abueloâ. Están revisando las cámaras, y el muchacho dijo que se escapó por una de las rejas traseras. ¿Qué hacemos? ¡No tengo idea de a dónde pudo ir!
â Tú llama a la policÃa, yo voy a buscar a alguien que sà tenga idea. Nathan subió al auto y condujo apresurado hacia el departamento de Meli. Tocó fuerte, con el dorso del puño, y cuando la muchacha abrió se quedaron mirándose durante un largo segundo con la expresión desencajada.
âSophia se escapó de la casa â dijo Nathan porque sentÃa que estaba a punto de caer de rodillas delante de aquella muchacha y la urgencia de encontrar a Sophia era lo único que podÃa evitar que lo hicieraâ. No puedo creer que Sophi se haya ido, pero no tengo idea de dónde está y no sé a quién más acudir. Meli se abrazó el cuerpo.
âEs evidente que está muy asustada y quizás no quiera estar cerca de nadie después de todo lo que habÃa pasado â le respondió ella. â¿Puedes ayudarme a encontrarla? â suplicó Nathanâ. ¡Por favor, sé que tú la conoces mejor que nadie...! ¡Por favor!
âEstá bien. Dame un minuto.
Meli tomó su bolso y salió del departamento. Un nudo se hizo en su garganta cuando se subió a su auto y rezó, rezó con todo su corazón para que pudieran encontrar pronto a Sophia, porque sabÃa exactamente lo que sentÃa la niña: ella también querÃa desaparecer.