Chapter Capítulo 117
La Novia Equivocada Novela de Day Torres
CORAZONES ATADOS. CAPÃTULO 3. ¿Por qué quieres un bebé?
Maddi no sabÃa si estaba aterrada y confundida... o simplemente a aquel hombre se le habÃa ido la cabeza. Sacó su mano de entre las suyas con un gesto brusco y su primer instinto fue retroceder en la cama.
âQuiero que venga una enfermera... Aléjate de mÃ.
-¡No, Maddi, espera...! âJames pensó rápidamente. La verdad creo que no lo dije bien.
-¡Es que no hay forma de decirlo bien! ¡No puedes pedir un bebé como si fuera un encargo! le espetó ella asustada.
De hecho sà se puede le aclaró James-. Pero no es el caso. Escúchame, no estoy del todo loco.
ââââââââââââââ
Sacó su celular y se lo entregó a la muchacha. Maddi miró aquel aparato, que debÃa costar unos dos mil euros mÃnimo y se quedó muda, porque era algo que solo habÃa visto en los anuncios de televisión.
-Googleame âla invitó él-. James Rex King. Anda, hazlo. 2 Maddie lo dudó por un segundo, luego abrió el teléfono a la mitad y puso el nombre âJames Rex Kingâ en el buscador de G****e.
En un segundo le aparecieron cientos de fotos del hombre que tenÃa frente a ella.
-Eres... millonario -murmuró en voz muy baja, como si todavÃa no pudiera creerlo.
-Ajá.
-Y estás casado...
-Divorciándome, de hecho -respondió James sacando la copia de la demanda de divorcio que llevaba en el bolsillo y poniéndola frente a ella.
Maddi la miró con incredulidad.
-¿Y qué hace un millonario como tú en el edificio donde vivo... vivÃa... eso? âlo increpó ella.
Creà que era contestó él con sinceridad-.
-Intentando escapar del escándalo del divorcio un lugar en el que a nadie se le ocurrirÃa buscarme.
Maddi suspiró con cansancio.
-Pues sÃ, eso es seguro. Nadie podrÃa imaginar a un millonario en un suburbio de mala muerte como ese -susurró y luego le devolvió todo-. ¿Y por qué... por qué quieres un bebé?
James sacó el resultado de la prueba de esterilidad y se lo dio.
-¿Tienes un saco mágico lleno de documentos que avalen tus palabras? -preguntó frunciendo el ceño y él se rio. 2 -No, es solo que salà de fiesta esta noche para celebrar que firmé los papeles de la demanda, y le estaba mostrando a mis amigos la causa de mi divorcio: no puedo tener hijos. Quiero, pero no puedo, y mi ex... no querÃa adoptar. Y yo sà quiero un hijo, de verdad. ¡Asà que yo puedo adoptarlo, puedo adoptar a tu bebé!
Maddi se quedó pensativa por un segundo, pero la verdad era que no sabÃa cómo sentirse con N respecto a eso.
-Yo... lo siento, no puedo darte una respuesta -balbuceó angustiada-. No puedo solo... darte a mi hijo. Yo...
James la vio temblar y agarró de nuevo sus manos.
-Oye, sé que es difÃcil. Nadie deberÃa tener que elegir entre no tener a un bebé, y tenerlo y dárselo a un extraño le dijo. Ninguna decisión te va a parecer correcta. Pero todavÃa tienes tiempo. TodavÃa faltan algunas semanas para que esto se convierta en algo definitivo, asà que déjame ayudarte mientras tanto.
Maddi pasó saliva y sintió que el corazón le temblaba.
-¿Ayudarme cómo?
â
-Un departamento dónde vivir, tranquilidad para descansar y pensar lo que quieres hacer respondió él.
-¿Y si me niego?
James se encogió de hombros.
No puedo obligarte a que aceptes mi ayuda, pero supongo que si no quieres saber nada mÃ... al menos pagaré el hospital y te ayudaré a encontrar un lugar donde puedas vivir.
Maddi se retorció los dedos en el regazo mientras las lágrimas corrÃan silenciosas desde sus ojos. La verdad era que no tenÃa muchas opciones, pero también tenÃa miedo. No era normal que un desconocido millonario le ofreciera ayuda, asà que tenÃa mucha buena suerte... jo muy mala!
-Está bien... digo, podemos hablar más de esto, pero no puedo prometerte nada -murmuró.
-No te preocupes, con que te dejes ayudar me bastaâle sonrió James.
Maddi no se sentÃa mejor. TenÃa el corazón muy herido, demasiado, pero al menos aquel hombre sentado junto a ella en una silla durante toda la madrugada la hacÃa sentir menos sola. En cierto punto lo vio cerrar los ojos y quedarse dormido y lo observó atentamente.
Era muy guapo, como si lo âmillonarioâ fuera solo una condición añadida, porque todo en él gritaba que era un prÃncipe. TenÃa el cabello rubio y ensortijado, los ojos claros y los pliegues del saco sobre sus brazos anunciaban que habÃa músculos fuertes y definidos ahà debajo. Pero al final parecÃa que nadie en la vida era feliz, porque a pesar de todo lo que tenÃa, no podÃa sumarle hijos a la ecuación.
Maddi se quedó dormida bien entrada la madrugada y para cuando despertó él ya no estaba allÃ. Por un segundo creyó que lo habÃa soñado todo, pero luego lo vio entrar con una sonrisa luminosa.
-Chocolate o vainilla -dijo poniendo dos tazas de leche frente a ella.
Chocolate -murmuró Maddi-. Gracias.
-¡Entonces vainilla para mÃ! Hola.
Maddi intentó sonreÃrle.
-Hola...
-El médico ya te dio el alta, podemos irnos cuando quieras. -Ella asintió y James puso sobre nut la silla cercana un pequeño bolso-. Le pedà a mi asistente que te comprara algo de ropa, si te queda grande es todo mi culpa. Te espero afuera.
La muchacha le agradeció de nuevo y se levantó, sintiéndose un poco mareada todavÃa. Abrió el bolso y encontró todo lo básico que una mujer podÃa necesitar, incluyendo tres mudas de ropa muy cómodas... que parecÃan muy caras.
Eligió un vestido ancho y cómodo que llegaba al suelo y se puso sus viejas sandalias, que no pegaban en nada pero eran las que tenÃa. Salió de allà con el bolso en la mano y se sorprendió cuando a la salida del hospital ya los estaba esperando una camioneta de lujo con un chofer.
-No quiero vivir secuestrada en la mansión de un loco -murmuró y a James se le fue una carcajada.
-De hecho pensaba llevarte al edificio donde vivÃas, solo que al piso doce, donde vivo yo.
-OK, al menos una ventana alta de la que me pueda lanzar en caso de emergencia -intentó bromear ella mientras James la ayudaba a subir a la camioneta.
Estuvo tensa durante todo el camino, y James la vio dudar cuando estuvieron frente al edificio. -¿Sabes qué? Este solo es un departamento temporal. Hoy mismo podemos buscar algo diferente en o...
-No, no te tomes molestias innecesarias. Estaré bien -murmuró ella acompañándolo al ascensor.
Maddi se quedó asombrada porque no sabÃa que en el piso doce solo habÃa dos departamentos. En todo el edificio habÃa catorce departamentos por piso, pero en el piso doce cada uno de los departamentos valÃa por siete de los regulares.
-¿Pasa algo?
-La cafeterÃa donde trabajo es más chiquita que esto susurró ella un poco impresionada.
-Ya te acostumbrarás -dijo James mostrándole la que serÃa su habitación.
-¡La cafeterÃa donde trabajo también es más chiquita que esto! -replicó ella.
-Bueno, te dejo descansar, tú solo ponte cómoda y... siéntete como en tu casa.
James la dejó acomodarse mientras sacaba su celular y atendÃa los asuntos normales de su dÃa. Se dio un baño y se vistió para salir.
-¿Te vas? -preguntó Maddi cuando él pasó a despedirse.
-SÃ, tengo que ir a trabajar. Toma tus medicinas y no olvides comer, ¿vale?
â¡Espera!... ¿De verdad me vas a dejar sola en tu casa? ¿No te da miedo que... te robe o algo? â murmuró y lo vio negar.
-Alguien que trabaja dieciocho horas al dÃa como camarera no es la clase de persona que toma el camino fácil, o hace algo tan deshonesto como robarle a la persona que la ayudó âreplicó él â. ¡Pero no te tomes todo mi helado!
Se marchó con una sonrisa en el rostro. Estaba emocionado, Connan le habÃa dicho que buscara a su bebé y su bebé ya se estaba horneando, solo tenÃa que convencer a esa pastelera de que él era lo mejor para ese nene... o nena. 1 Maddi miró alrededor cuando se quedó sola. Aquello parecÃa un sueño surrealista, pero finalmente se dio un baño y se acomodó en el sofá. Estuvo toda la mañana pensando, reflexionando sobre lo que estaba sucediendo en su vida, tomando helado y llorando. Cuando el reloj marcó las cuatro de la tarde de repente su cerebro lanzó una alerta, conocÃa perfectamente el horario de Martin, asà que sabÃa que ese dÃa tenÃa guardia en el hospital.
Esperó un poco y sacó la llave que todavÃa tenÃa en su pequeña cartera. No le interesaba nada de él o de aquel departamento, solo habÃa un par de cosas que realmente debÃa recuperar.
Su antiguo departamento estaba en silencio cuando ella abrió la puerta. Se dirigió directamente hacia el closet y sacó una pequeña caja de madera que tenÃa guardada al fondo entre su ropa vieja. La acarició, y después de cerciorarse de que su contenido seguÃa intacto, se dispuso a marcharse, sin embargo apenas iba por la salita cuando se dio cuenta de que la puerta de la entrada estaba abierta, y una voz tras ella la sobresaltó.
-¿Tú de verdad no tienes ninguna dignidad, cierto? -siseó Martin-. ¿A qué diablos viniste? ¡ Porque te advierto que arrastrarte no va a servir de nada!
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